Dos miradas

Fuera épica

La única puerta es pactar nuevas elecciones y que cada partido se presente en solitario sin traicionar su ideario ni aceptar los ritmos de otros

Carles Puigdemont interviene en el mitin de final de campaña de CDC en el teatro Kursaal de Manresa.

Carles Puigdemont interviene en el mitin de final de campaña de CDC en el teatro Kursaal de Manresa.

EMMA RIVEROLA

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Ya no hay tiempo para el diálogo, dicen algunos. Demasiados. Entonces, ¿para qué hay tiempo? ¿Para la lucha? Nos encontrarán alzados, claman quienes viven desde hace años con un sueldo público que multiplica hasta el sonrojo al salario medio de la población. Es culpa de los otros. Acusan unos y otros, sin querer ver el reflejo de su irresponsabilidad. Mientras, a los ciudadanos no dejan de robarnos. Después de años de corrupción, de recortes y de monopolizar el debate con el procés (ingenuidad o perversión, tanto da ya), llegamos a la penúltima casilla del juego. A las pérdidas económicas, democráticas y de convivencia, quizá añadamos la humillación, la incertidumbre y la más reaccionaria tentación centralista del 155. Gracias, PP. Gracias, procés.

La DUI es el bello destello antes de que el tiro impacte en el pie. El 155 es el paso con alma de pisoteo. En ambos supuestos, Catalunya se desploma y arrastra al resto de España. Continuar señalando errores y culpables solo alimenta el ego de quienes se creen superiores.

La única puerta es pactar nuevas elecciones y que cada partido se presente en solitario sin traicionar su ideario ni aceptar los ritmos de otros. Quizá ese PDECat que se desangra en las encuestas tendría una oportunidad si apostara por la reforma de la Constitución. Y ahí, en ese terreno, profundizar en el autogobierno y batallar por el referéndum. No, no es épico, pero luchar contra molinos es letal.