No fue la depresión de Andreas Lubitz
Tomàs Navarro
Psicólogo. Se dedica a la psicología, la consultoría, la formación y la divulgación. Autor de 'Fortaleza emocional'
TOMÀS NAVARRO
La culpa del accidente de Germanwings no fue de la depresión de Andreas Lubitz. Muy posiblemente la depresión de Andreas no era la causa de sus problemas; sino que más bien era la consecuencia de la suma de pequeños grandes problemas.
En el día a día no prestamos atención al efecto negativo y acumulativo que tienen las pequeñas frustraciones. No tenemos ni idea de fijar expectativas, es más, muchas de ellas ni tan solo son nuestras, sino que las heredamos de nuestros padres, ídolos o sueños románticos. Somos completamente ineficientes tomando decisiones, nos dejamos llevar por el deseo y el miedo, contaminando nuestros pronósticos y creando un futuro irreal.
No sabemos gestionar nuestras emociones, nuestros miedos, nuestro ego ni nuestro paso por la vida. Somos incapaces de relacionarnos adecuadamente con otras personas y adoptamos actitudes pasivas o agresivas. No aprendemos de nuestros errores, creemos que el mundo tiene la culpa de todo lo que nos pasa y acumulamos resentimiento, rabia e ira.
Nuestra autoestima se basa en el reconocimiento y en ser más que los demás a cualquier precio. Si no triunfas no eres nadie, necesitas cambiar el mundo, despertar admiración y ganarte el respeto de tus congéneres, el respeto que tú mismo no te tienes.
Ésta es la salud mental que me preocupa. Éste el mayor riesgo que corremos. El caso de Andreas es terriblemente impactante, pero no es aislado. De hecho creo que cada día, en diversos lugares del mundo, miles, sino millones de personas están viviendo lo mismo que Andreas.
¿Qué pasa con los alumnos de un profesor resentido con la vida? Imagínate a niños inocentes pasando seis horas cada día con una persona que los está maltratando.
¿Qué pasa con los pacientes de un médico desmotivado y decepcionado? Imagínate a un doctor que creyó verse el rey del mundo y que ha visto que sus irreales y megalómanas expectativas no se han cumplido.
¿Y con los hijos de unos padres frustrados que cuando llegan a casa los ignoran o descargan toda su ira con ellos?
El problema, créeme, son las personas aparentemente normales. El problema es que no sabemos vivir. El gran problema es que perdemos la perspectiva y dejamos de pensar y analizar. El problema, el gran problema es que no somos flexibles ni capaces de adatarnos a los diferentes escenarios que nos va planteando la vida. Todo el problema, es que ni tan solo nos conocemos, ni queremos conocernos, ni pensar sobre nosotros, ni sobre nuestra vida; y esta incapacidad para vivir acaba provocando ansiedad, depresiones, fobias, enfermedades, dolor y grandes y pequeñas catástrofes.
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