La entrevista CON Manuel Rubio, Campeón de España de lucha de brazos

Manuel Rubio: "En el pulso, como en la vida, más vale maña que fuerza"

Mano gruesa, muñeca recta, nudillos al aire, hombros paralelos a la mesa. «¡Preparados, ya!».

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EMILIO PÉREZ DE ROZAS

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--Para que se haga cargo del tipo de entrevista: he de agradecerle que, al saludarme, nada más llegar al gimnasio de Montblanc donde se entrena diariamente, haya sido usted benévolo con mi manita, pues supongo que, de haber querido, me la habría podido convertir en un racimo de huesecitos, ¿no?

--Ignoro el concepto que usted tiene de nosotros, pero ya veo que coincide con el de casi todo el mundo. No, no: nosotros no destrozamos manos ni utilizamos nuestra fuerza para nada que no sea competir legalmente. Por supuesto que al saludar podríamos hacer más daño que los demás, pues estamos acostumbrados a agarrar fuerte, firme, y a apretar al máximo la mano del rival, pero no para dañarla, sino para transmitir mejor nuestra fuerza. Es el brazo quien gana o pierde, no la mano.

--Usted es campeón de España entre 85 y 90 kilos, y me cuenta que gana a gente más fuerte, más alta, con brazos más largos, con manos más grandes, con muñecas más gruesas, con bíceps descomunales.

--La lucha de brazos es como la vida misma: más vale maña que fuerza. Hombre, es evidente que hace falta tener musculatura y fuerza, pero también hace falta ser fuerte mentalmente, ser decidido, mejorar la técnica, conocer al rival, estudiarlo, saber cómo se comporta, si es defensivo u ofensivo, si tira nada más empezar, si juega a la contra. La aparatosidad, aquí, las horas de gimnasio, los músculos desproporcionados no sirven de mucho, no siempre triunfan. A nuestras competiciones han venido auténticos monstruos del culturismo y han hecho el ridículo. Exboxeadores, leñadores e, incluso, ganadores de concursos como el hombre más fuerte del mundo, y han caído en la primera ronda.

--Su bíceps es de 44 centímetros de diámetro. ¿Los hay mayores?

--Mucho más, sí, mucho más. Mire, siguiendo con mi explicación de que no todo es fuerza y sí habilidad, estudio, estrategia, arrancada, el campeón del mundo, el monstruo de esto, el Messi, perdón, el Iniesta, de la lucha de brazos, es un norteamericano más o menos como yo. Se llama John Brzenk. Pesa 95 kilos y tiene el mismo bíceps que yo: 44. En el último mundial, le enfrentaron al ganador del concurso el hombre más fuerte de Rusia, un auténtico armario, un tipo que se llama Denis Ciplenkov, que mide dos metros, pesa 140 kilos y tiene un bíceps de 60. ¡Pues el ruso ni la olió! ¡Ni la olió! Brzenk le ganó en tres soplidos. Como lo oye.

--Acaba de ganar un torneo en Reus y me han dicho que, en cuanto oye el "ready? Go!

--Aquí lo que más cuenta es estar bien de coco. Yo gano a gente más grande y fuerte que yo porque mentalmente soy velocísimo, tengo las ideas muy claras y sé aplicar la técnica adecuada a cada rival. Los indecisos, que son legión, son presas fáciles para mí. Y no me estoy haciendo el chulo, simplemente lo explico porque, en cuanto te cogen la mano, les ves los ojos, te tientan el brazo, ya sabes cómo les puedes ganar.

--Cuénteme esa especialidad suya llamada salida a la turca

--No tiene demasiado secreto. Es una salida explosiva, al instante. Paso de 0 a 140 kilos de presión en menos de un segundo. Yo soy como el Barça de Guardiola: juego al ataque. No me gusta que los pulsos duren una eternidad. ¿Sabe por qué? Porque, si permites que tus pulsos se alarguen, vas perdiendo fuerza de cara a los siguientes combates, y nuestros campeonatos duran un solo día. Así que me gusta liquidar la pelea pronto. Si puedo. Y, gracias al grosor de mi muñeca, a mi mano fuerte y a mi mentalización, en cuanto gritan ¡gooo! aprieto de lo lindo. Y mucho.

--Me han contado que, a veces, hasta ha llegado a lesionar al rival.

--Bueno, eso nos pasa a todos. Pero daño, daño de verdad, solo recuerdo un día, fuera de concurso, cuando un cliente de la discoteca Big Ben de Mollerussa, se puso chulo, muy chulo, y me retó por 50.000 pesetas. "Que lo sepas, te voy a ganar". Había acabado la competición y yo no quería picarme, lo encontraba innecesario. Pero se puso tan chulo, tanto, que dije "te vas a enterar, chulito". Nada más cogerle la mano, pensé "pan comido", pero, por si acaso, me dije: "¡a saco, Manuel!". Y le metí tal viaje de salida que, al chocar contra la mesa, le hice sangre en los nudillos de la mano derecha. Acabamos bastante colegas, la verdad.

--¿Qué es lo más bestia que ha visto en una competición de este tipo?

--Lo más bestia, sin duda, ocurrió, no hace mucho, en un torneo en Zaragoza. Yo había derrotado ya a mi adversario y me fui a ver competir al rival que me tocaba luego. Era un ruso grandote y me fui a observarle. Fue bestial. Yo, que soy quiromasajista, tuve que atenderle porque, de la fuerza que hizo en su pulso, o, mejor dicho, de la fuerza mental que añadió a su capacidad muscular ¡se fracturó el húmero derecho! Fue impresionante. Una fractura limpia, en diagonal, casi se le veía el hueso. Cuando le palpé, el muchacho decía que no le dolía. ¡Increíble! Pero, sí, esas cosas suceden. Me quedé sin adversario, pero no lo lamenté mucho, no. Era una bestia, sí.