CRÓNICA

Delicia visual y reivindicativa

Broggi teje un 'patchwork' enorme alrededor de la creación artística en '28 i mig'

Tomeu Amer y Pablo Derqui, de pasajero, en una escena de '28 i mig'.

Tomeu Amer y Pablo Derqui, de pasajero, en una escena de '28 i mig'.

JOSÉ CARLOS SORRIBES
BARCELONA

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Fellini y su película 8 y medio son el punto de partida. Pero 28 i mig, de Oriol Broggi, vuela más allá en un viaje casi infinito a través de un espectáculo de creación que se revela un patchwork de tremenda fuerza visual y no menor carga emotiva. El director de La Perla 29 despliega en la Biblioteca de Catalunya una oda a la creación, al arte, sea teatral, cinematográfico o literario. Broggi ha saltado al vacío en un montaje que tiene algo de fin de etapa y también de mensaje reivindicativo en estos días en que los escenarios pueden ser un refugio del espíritu para sacudirse de encima los nubarrones cotidianos.

El giro de Broggi y de La Perla 29 llega tras montar obras como Cyrano de Bergerac, Luces de bohemia o Incendis. Es como si el director necesitara ponerse un listón más alto tras superar esas pruebas. La vuelta de tuerca se manifiesta en un espectáculo que saca en manos de Broggi, una vez más, todo el partido a un espacio único bajo las arcadas de la profunda nave gótica. Lo hace con una puesta en escena vertiginosa, imaginativa y en la que proyecciones, movimientos y los recursos más variados llevan al público contra las cuerdas.

PROPUESTA ENDOGÁMICA / A partir de la figura del director en crisis creativa del filme de Fellini se destapa un tarro de esencias casi inabarcable, con constantes autorreferencias y otras a creadores del calibre de Dante, Pirandello, Chéjov, Shakespeare, Ettore Scola, Estellés o Espriu. El cóctel se sirve con una dramaturgia oscilante y repleta de escenas, de cuadros, y  sin un concreto hilo conductor.

Broggi dirige una gran orquesta, que se multiplica sin pausa, con Pablo Derqui, Clara Segura, Xavier Boada, Ernest Villegas, Màrcia Cisteró, Pol López, Montse Vellvehí, Tomeu Amer y Anna Madueño. Su esfuerzo se plasma en una obra a la que cabe ponerle el pero de cierta endogamia. Igual que maravilló a un público gremial, como el del estreno, puede ser de digestión más dificultosa para otro generalista. Pero solo por ver a un caballo blanco trotando, con Vellvehí de amazona, por la arena vale la pena acercarse a la Biblioteca.