'Yayoflautas' y americanos anti Trump

La manifestación congregó gente de toda clase y condición, desde exiliados de la guerra civil hasta turistas y jóvenes con ganas de cambiar el mundo

Cabecera de la manifestación durante su paso por la Via Laietana.

Cabecera de la manifestación durante su paso por la Via Laietana. / periodico

NATÀLIA FARRÉ / BARCELONA

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{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"Andr\u00e9s estuvo\u00a0","text":"en un campo de refugiados de\u00a0Francia despu\u00e9s de la guerra civil. Ayer aguantaba una de las pancartas de la cita"}}Andrés estuvo en un campo de refugiados del norte de Francia. Tenía dos años. No recuerda el nombre del lugar. O no quiere recordarlo. Sí, el hambre. "Cuando se retiraba el mar, cogíamos moluscos para poder comer", explica. Y lo hace sujetando orgullosamente la pancarta que llevan los Iaioflautas en la manifestación. Preguntarle el porqué de su presencia en el acto se antoja casi ofensivo. Es evidente. No quiere que nadie viva lo que él vivió. Pero no solo eso: "Defendemos los derechos sociales. Todos. Los de los refugiados, también". Palabra de Josep, un compañero de Andrés pero algo más joven y que parece llevar la voz cantante de la asociación. Andrés y Josep han podido bajar por la Via Laietana, otros 'yayos' se han quedado en la plaza de Urquinaona. Demasiado tiempo esperando, y demasiados años. Así que de los 80 que se han presentado a las 18.00 horas en el punto de encuentro, solo la mitad ha iniciado la marcha mucho rato después. Y es que los últimos en ponerse a andar lo han hecho dos horas más tarde que los primeros. Éxito de convocatoria.

Desde las tres de la tarde ya se intuía que la marea que reclamaban los organizadores no se iba a quedar en marejadilla o en marejada sino que más bien iba a ser, como mínimo,  mar gruesa. No en vano, una hora antes del comienzo de la manifestación en la plaza de Urquinaona la aglomeración era importante. Muchos preparaban sus pancartas. Y otros tantos intentaban vender camisetas de todas las oenegés habidas y por haber. Entre los primeros estaban Marina, Bruna, Xènia, Carla, Pol, Aina y dos Arnau. Dieciséis años y una energía envidiable. Poner orden a tanto entusiasmo resultaba difícil. Todos querían mostrar su indignación por lo que está pasando. "Queremos concienciar a los jóvenes de que esto es un problema humanitario real. Crisis de refugiados ha habido siempre y las seguirá habiendo si los jóvenes no cambiamos el mundo. Somos el futuro y no debemos conformarnos". Poco que añadir a tanta pasión, conciencia y solidaridad. Solo una cosa: vienen de Osona y están orgullosos de ello. Piden que lo deje claro. Aquí queda escrito.

RAP CONTRA LA INJUSTICIA

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No muy lejos Revolusonats ("de 'revolució' i de 'sonats', aclaran) animan a ritmo de rap la espera con consignas contra el sistema y a favor de los derechos de los refugiados. Mientras un grupo de cinco palestinos pasea cerca. ¿Refugiados? ¿Manifestantes por la causa? No. ¡Turistas! Estudian medicina en Rumanía y han venido a pasar unos días de vacaciones. La concentración les sorprende buscando un 'call center', pero no descartan sumarse a la marcha. "Es una buena causa", subrayan. Su sorpresa no es menor que la de otros turistas que miran la manifestación desde la barrera. Como en los toros. No vaya a ser peligroso. No lo es. El ambiente es festivo y hay gente de toda edad y condición. Sillas de ruedas y cochecitos de bebé,  incluidos. Eso anima a una familia recién llegada de California (EEUU). Son originarios de la India e inmigrantes de primera generación. No les gusta Trump ni su aversión a los de fuera. Así que se les ponen los ojos como platos cuando se enteran del motivo de la marcha: "En EEUU deberíamos hacer algo así. Es infinitamente mejor esto que lo que hace Trump". De la misma opinión es un paisano suyo, también de vacaciones y con aire de 'gentelman inglés'. Viene de Washigton y odia tanto a Trump y su política inmigratoria como la familia de la india. "Deberíamos tomar ejemplo", sentencia.

UNA FAMILIA DE LA INDIA EMIGRADA A EEUU

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Buscar a algún refugiado en la manifestación es difícil. Son los menos. Aunque no es raro, ya que el problema es justo este: que no llegan. Sí lo ha hecho Baker. Ha venido desde Siria. Solo. Y no lo ha hecho de la manera regular sino ilegalmente. Igual que llegó a Grecia desde Turquía arriesgando la vida en un bote. Sus padres siguen en el país en guerra y su hermano atrapado en el país helénico. "Está bien porque está vivo, pero está mal porque no puede salir de allí". Como al 'yayoioflauta' Andrés, preguntarle a Baker por sus motivaciones para manifestarse, resultaría, como poco, insultante. Más afortunado ha sido Hasan. Él llegó a Grecia también solo e ilegalmente. Pero a Barcelona lo hizo como refugiado y en avión. Está contento, afirma, y sobre todo muy emocionado. Lo dice en un castellano incipiente. No quiere hablar en inglés. Lo suyo es aprender cuanto antes, también catalán, para poder integrarse y empezar una nueva vida lo antes posible. Una desea que tenga suerte. También se la desea Baker.

Las pancartas son tan variadas como la gente que las sujeta. Pero una llama la atención. Habla de los olvidados y una intuye que no son los mismos que los refugiados. Alex y Yuya explican el qué. "¿Qué hacemos con los que ya están aquí? ¿Con los manteros? ¿Con los sin papeles? Estos también necesitan nuestra ayuda. Nosotros decimos: hagámoslo todo, ayudar a los que ya están aquí y acoger a los que están por venir". También tienen razón. Tanta como Cesáreo. El llegó de Andalucía con la ola migratoria de los 50 y 60. "Con el 'sevillano'", puntualiza. Y añade "está siempre ha sido una tierra de acogida, nos acogió a nosotros y antes de nosotros a otros muchos". Y una piensa en todos aquellos que vinieron antes, como los que llegaron como mano de obra para las exposiciones de 1888 y 1929. Y piensa en que la Via Laietana, la calle por la que la marea se dirige a ese mar que el año pasado enterró a 5.000 personas, se abrió para eso, para acercar la ciudad al mar. A los refugiados.