La lucha contra la muerte súbita

Girona doblará en el 2013 su red de desfibriladores, la mayor de Europa

Xavier Pou (izquierda) abraza a Manuel Riscos, a quien salvó la vida con el desfibrilador público que tienen al lado, ayer en Sant Miquel de Fluvià.

Xavier Pou (izquierda) abraza a Manuel Riscos, a quien salvó la vida con el desfibrilador público que tienen al lado, ayer en Sant Miquel de Fluvià.

FERRAN COSCULLUELA
GIRONA

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Manuel Riscos entró en el bar Juan de Sant Miquel de Fluvià (Alt Empordà) como tantas otras veces, pero ese día de noviembre del año pasado cuando levantó un brazo para pedir un café, cayó fulminado al suelo. Un infarto le dejó inconsciente y moribundo. Era un caso de muerte súbita y en otras circunstancias habría perdido la vida en apenas 10 minutos. Dos vecinos, sin conocimientos de medicina ni de primeros auxilios, recordaron que hacía poco habían instalado un desfibrilador en el centro cívico del pueblo y decidieron utilizarlo. Esa mezcla de generosidad, determinación y tecnología le salvó la vida.

Al igual que Manuel, en los últimos meses otras tres personas se han beneficiado del programa pionero impulsado por la Diputación de Girona para instalar una red de desfibriladores automáticos en la mayoría de pueblos de la provincia. Un proyecto que ya ha permitido la colocación de 309 aparatos, cifra que ya hace de este territorio el mejor cardioprotegido de Europa, y que se espera culminar en el primer trimestre del año que viene con la instalación de otros 341.

El proyecto, que cuenta con la colaboración de la Universitat de Girona (UG), la Fundació Brugada y el Sistema de Emergencias Médica (SEM), busca combatir los casos de muerte súbita por ataques al corazón. Una dolencia que cada año causa entre 3.000 y 4.000 fallecimientos en Catalunya. Diez veces más que en accidentes de tráfico. El programa se inició en el 2009 a raíz de la muerte del jugador de fútbol Dani Jarque, cuando varios clubs deportivos pidieron a sus ayuntamientos que les dotasen de desfibriladores. Los municipios acudieron a la Diputación y el área de salud del organismo decidió convertir el proyecto en un servicio destinado a toda la población.

AUMENTAR LA SUPERVIVIENCIA / «La probabilidad de que una persona que ha quedado inconsciente por muerte súbita siga viva al llegar al hospital es del 2%. Con este programa pretendemos elevarla al 20%», explicó ayer el doctor Ramon Brugada, decano de la Facultad de Medicina de la UG. Una iniciativa en la que este cardiólogo ha volcado todo su interés profesional y también personal, ya que en el 2007 su hermana Dolors murió aquejada de esta dolencia cuando solo contaba 50 años.

Un fallecimiento que quizá se habría podido evitar si hubiera habido una de estas máquinas cerca, ya que la persona no sobrevive más de 10 minutos tras sufrir el ataque si no recibe una descarga eléctrica con un desfibrilador. Una lotería de la que sí se benefició Manuel Riscos, cuando Juan Gómez , dueño del bar, y Xavier Pou le salvaron la vida.

«Cuando Manuel se desmayó, la primera reacción de los clientes que llenaban el bar fue separarse de él. Algunos incluso salieron a la calle, pero nosotros intentamos hacer lo que pudimos para salvarle», recuerdan Juan y Xavier. Ambos reconocen que nunca se habían encontrado en una situación similar y que actuaron por pura intuición y porque sabían que era peor no hacer nada. «Le aplicamos un masaje cardiaco como pudimos mientras traían el desfibrilador del centro cívico y el aparato hizo el resto. La máquina no paraba de hablar y nos decía todo lo que teníamos que hacer. Estaba muerto y volvió a la vida», recuerdan.

Desde que se inició el programa, en Girona se han podido salvar cuatro vidas gracias a estas máquinas y sus impulsores esperan que en los próximos años se salven muchas más. La Universitat de Girona hará un seguimiento del proyecto durante una década y elaborará un estudio para determinar la eficacia de estos aparatos y establecer los lugares más óptimos para su colocación.

Manuel se ha recuperado. A sus 86 años, le han puesto un marcapasos --«tengo un corazón de hierro», bromea-- , y sobre la utilidad del desfibrilador no tiene ninguna duda. «Es un salvavidas», afirma.