«Con el colodión hay que ser paciente y metódico»

Martí Andiñach es un fotógrafo que defiende las virtudes de lo analógico. En su estudio del Raval trabaja con la técnica del colodión húmedo

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MAURICIO BERNAL

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Durante más o menos tres décadas, entre los años 50 y 80 del siglo XIX, el colodión húmedo fue la técnica fotográfica por excelencia. Comoquiera que implicaba llevar a cuestas el propio laboratorio -el revelado tenía lugar in situ-, popularizó e inmortalizó la imagen del fotógrafo desplazándose de pueblo en pueblo con su carromato, sacando fotos, enseñando su magia. Muchos, muchos años después, el colodión húmedo ha vuelto. Martí Andiñach es uno de los que trabajan con la vieja técnica.

-Y la pregunta es: ¿por qué?

-Verá: fue el final de cinco años de regresión al pasado. Al empezar trabajaba en digital, que es generacionalmente lo que me tocaba, pero no me llenaba. Me sentía incómodo.

-¿Con qué, exactamente?

-Con todo, con lo fácil que era, con el hecho de poder disparar 300 veces sin apenas pensar, con la posibilidad que tenía el retratado de enjuiciar inmediatamente tu trabajo: «Esta me gusta. Esta no. Esta sí». No era lo mío. La solución fue crearme obstáculos, pasar a técnicas cada vez más rudimentarias.

-¿Volvió al carrete?

-Fue lo primero, sí. Al principio, de 24 fotos; luego de 10, de 12. Después pasé a las placas de celuloide. En general, el objetivo era trabajar más con la cabeza, centrarme en el acto de fotografiar, en el momento de la foto.

-¿Cree que lo digital hurta eso?

-Tal y como vivimos ahora, si vas a fotografiar a alguien por la calle con una cámara digital, lo que ocurre es que te preguntan: «¿Dónde vas a colgar la foto?» Pero si llegas con una vieja cámara y un modo de trabajar distinto, se lo toman de otra manera. Piensan... y eso se nota: «Ah, esto es serio».

-Y así fue como llegó al colodión.

-Lamentablemente, no tengo el recuerdo del momento exacto en que descubrí el colodión húmedo. Es una pena. Pero sé que ocurrió mucho antes del boom actual.

-¿Hay un boom?

-Sobre todo en EEUU y el norte de Europa. Es algo que ocurre en muchos sectores, la vuelta a lo artesanal. Hay una generación, los que nacimos en lo analógico pero asumimos muy bien lo digital, que, dejando de lado si es mejor o peor, nos hemos empezado a hartar de todo lo que supone lo digital, y hemos tomado conciencia del peligro de dejar atrás totalmente lo analógico.

-Hablemos del colodión. ¿Fue difícil aprender la técnica?

-Bueno, hay que tener en cuenta que significa trabajar con fórmulas del siglo XIX que hay que buscar, aprender y a veces reformular a medida. Se lo digo así: es una técnica fácil de aprender pero muy difícil de dominar. Hay que ser paciente, y muy metódico. Pero, como en todo lo artesanal, aprendes mucho a medida que practicas. La curva de aprendizaje es mucho más lenta cuando lo tienes todo muy fácil.

-Dígame una cosa, ¿cuánto hay de romanticismo en todo esto?

-En mi caso, mucho, lo reconozco. Para mí, trabajar una foto durante 15 minutos en lugar de sacar 300 durante ese mismo lapso de tiempo no tiene comparación. Aparte de eso, me encanta recuperar el ritual del retratista: la preparación, la ceremonia, todo el proceso de la fotografía.

-Una foto muy longeva, leí por ahí, ¿no?

-Bueno, sí. Lo que sabemos a ciencia cierta es que las fotos hechas hace 165 años están igual que entonces. Es la fotografía más longeva que se conoce. En el mundo digital, la impresión de mejor calidad en el papel de mejor calidad te da como mucho una garantía de 100 años. Pero mire, yo siempre digo que la mejor manera de conocer el colodión a hacerse una foto. Así le voy explicando. ¿Quiere que le haga una?

-¿Una foto? Claro, por qué no. Qué hago. ¿Me siento ahí?