Expertos abogan por invertir en nutrición sin pensar solo en productividad

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Las inversiones en alimentación se han medido tradicionalmente en función de la productividad y deben estudiarse con todos sus matices para mejorar la nutrición de las personas, indicaron hoy en Roma distintos expertos.

La doctora Rachel Nugent, de la Iniciativa global para las enfermedades crónicas no transmisibles, destacó en una charla que hay que "intentar entender mejor los sistemas alimentarios" y usar indicadores diferentes como el grado de urbanización, productividad agrícola, uso de recursos naturales, diversidad y accesibilidad de alimentos.

Según estos parámetros, recogidos en una publicación del Comité de Nutrición del sistema de Naciones Unidas, existen actualmente cinco sistemas: industrial, mixto, de transición, emergente y rural.

El primero, que se da en economías avanzadas, se caracteriza por tener dietas diversas, alto procesamiento y empaquetamiento de alimentos, mucho consumo de proteínas animales, bajo presupuesto en comida, precios estables y problemas de sobrepeso y diabetes.

En el último de los modelos, el rural propio de los países pobres, presenta las menores tasas de urbanización y productividad, mientras que la dieta es menos diversa, se consumen pocas proteínas animales, se gasta más en comprar alimentos, sus precios son más volátiles y los niños enfrentan tanto sobrepeso como retrasos en el crecimiento.

"Los sistemas tienen que ser saludables a partir de todos sus componentes, tanto para la economía como para la salud de los consumidores", añadió la experta.

El estudio de la ONU precisa que las inversiones para mejorar la nutrición van desde las mejoras en las grandes infraestructuras hasta el apoyo técnico y comercial a pequeña escala, que deberían complementarse con normas y medidas voluntarias, educación del consumidor e incentivos.

Remarca que todos los sistemas alimentarios pueden producir alimentos saludables y necesitan inversiones públicas y privadas que se adapten a los distintos contextos.

La especialista del Instituto Internacional para el Desarrollo Sostenible (IISD) Carin Smaller sostuvo que, además del hambre que sigue afectando a unos 800 millones de personas en el mundo, preocupan la malnutrición y las carencias de micronutrientes que padecen unos 2.000 millones.

"Las decisiones de invertir para aumentar la producción y la productividad deben adaptarse y centrarse más en la nutrición y la salud", dijo Smaller, que citó gestos concretos como un transporte más eficiente de frutas y verduras a los mercados, o las ayudas a las cooperativas locales y a favor de una dieta diversa.

El representante del Movimiento agroecológico de América Latina y el Caribe (MAELA) Antonio González puso el ejemplo de los sistemas ancestrales en Guatemala, "que han sostenido a las familias hasta el día de hoy".

Describió la milpa como base de alimentación de los mayas que, con su mezcla de maíz, calabaza, hierbas, chiles y otros alimentos, ha dado lugar a una dieta sana capaz de prevenir enfermedades.

Y reconoció el papel de las mujeres en la producción, conservación y reproducción de platos tradicionales "que no crean basura" y se nutren "de lo que hay en la tierra".

Procedente de Brasil, la subsecretaria para la Seguridad alimentaria y la nutrición, Lilian Rahal, expuso los planes de su país para acabar con el hambre y la extrema pobreza.