LA PROTECCIÓN DE NIÑOS Y ADOLESCENTES

Alumnos de ESO pobres y sin beca se alimentan en una red de oenegés

Un grupo de adolescentes, alumnos de instituto, toma el almuerzo en un centro abierto del barrio del Raval de Barcelona.

Un grupo de adolescentes, alumnos de instituto, toma el almuerzo en un centro abierto del barrio del Raval de Barcelona.

MARÍA JESÚS IBÁÑEZ / BARCELONA / RAFAEL MORALES / TARRAGONA

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Oenegés que trabajan con niños adolescentes, asistentes sociales municipales y los departamentos de Benestar Social Ensenyament de la Generalitat han empezado a tejer este curso una red para atender las necesidades alimentarias de los estudiantes de secundaria más vulnerables que se han quedado sin beca de comedor porque los institutos donde estudian no prestan el servicio de almuerzo. En muchos casos (aunque no todos), se trata de centros educativos que han dejado de dar comidas a mediodía tras la implantación de la jornada intensiva, aseguran las entidades sociales que atienden a estos menores.

La Conselleria d'Ensenyament, que este año ha revisado el sistema de concesión de las ayudas de comedor escolar, reconoce que, del total de 66.360 becas concedidas este 2014-2015, tan solo unas 2.500 han beneficiado a alumnos de ESO. «Es cierto que esta vez las becas de comedor se han resuelto de forma más o menos diligente para los estudiantes de educación infantil y primaria, pero en secundaria el problema sigue siendo grave», avisa Jordi Balot, director del centro Joan Salvador Gavina, que ya el curso pasado habilitó un comedor en sus instalaciones de Ciutat Vella de Barcelona para garantizar la alimentación de los jóvenes del barrio. «Seguimos atendiendo a una veintena de jóvenes, alumnos de tres o cuatro institutos que cierran a la hora de comer», agrega.

NO SOLO EN COMEDORES

La Cruz Roja, por su parte, ha triplicado este curso el número de alumnos de secundaria que se benefician de sus ayudas de comedor. Del plan piloto que la entidad inició el año pasado con 96 alumnos de cuatro institutos, este curso han pasado a asistir a un total de 350 alumnos de una decena de centros y 13 poblaciones. «El objetivo es que puedan comer, que lo hagan de forma equilibrada y en el lugar adecuado», explica Enric Morist, coordinador de la entidad en Catalunya.

La alimentación de estos adolescentes más vulnerables no se garantiza solo a través de comedores. «Cada caso se soluciona de la manera en que los servicios sociales consideran más adecuada», explica la directora general de Atenció a la Família i la Comunitat Educativa, Meritxell Ruiz, que ha dirigido la reciente reforma de las becas de comedor de la Conselleria d'Ensenyament. Técnicos de este departamento y del de Benestar Social i Família mantienen, indica Ruiz, «encuentros regulares en los que, por ejemplo, se comunica a los servicios sociales municipales y a las oenegés qué alumnos van a pasar de sexto de primaria a primero de ESO, para que se les pueda hacer un seguimiento individualizado», detalla.

«Son ellos quienes deciden qué fórmula conviene más a cada menor: algunos chicos van a comer a algún colegio de primaria que esté situado cerca del instituto y otros, si el número de alumnos lo permite, se quedan en el mismo centro. Hay casos, en cambio, en que se apuesta porque coman en casa, con su familia», concreta la directora general.

Cruz Roja utiliza dos modalidades para conseguir que los adolescentes tengan, al menos, una comida equilibrada al día. Por una parte, se habilitan los comedores de los centros de enseñanza («en estrecha colaboración con los institutos», puntualiza), para servir la comida. La otra consiste en entregar tarjetas de prepago a las familias de los alumnos seleccionados, para que puedan adquirir alimentos en dos grandes cadenas de supermercados.

Aunque también gestiona algún comedor, Cáritas es más partidaria, por el contrario, de que los alumnos de ESO con menos dinero coman con sus familias en sus propios hogares, «como el resto de sus compañeros de clase», subraya Mercè Darnell, responsable de programas de esta oenegé en la diócesis de Barcelona. «La intención es que normalicen su situación y que ayuden a hacer la comida o que colaboren poniendo y sacando la mesa», indica. La fórmula de Cáritas consiste pues en dar a las familias los recursos necesarios para que «puedan hacer la compra en las tiendas o el mercado de su barrio, con lo que, de paso, contribuyen a mantener el tejido comercial de ese barrio», señala.