CAMPAÑA contra los organismos modificados genéticamente

La 'guerrilla' antitransgénicos pone a Catalunya en su punto de mira

José Bové, activista de Les Faucheurs Volontaires, es desalojado por la policía en una protesta en el sur de Francia.

José Bové, activista de Les Faucheurs Volontaires, es desalojado por la policía en una protesta en el sur de Francia.

M. J. IBÁÑEZ / A. BAQUERO
BARCELONA

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Fue, aseguran, una acción meditada, bien calculada y «en absoluto aislada». «Se trata de una primera fase de un proceso que esperamos que siga adelante», afirma un portavoz, que dice llamarse Raphaël y que habla en nombre de la asociación ecologista francesa Les Faucheurs Volontaires. Sus activistas fueron, al menos así lo reivindican, los autores del sabotaje cometido el pasado 12 de julio contra dos campos que creían cultivados con maíz transgénico en Torroella de Montgrí (Baix Empordà). Su anuncio inquieta a los Mossos d'Esquadra que han investigado los hechos y que temen una escalada en este tipo de acciones ecologistas radicales.

Decenas de activistas cruzaron ese lunes, de madrugada, la frontera con Catalunya y cortaron, prácticamente uno a uno, los tallos de las plantas que crecían en las parcelas propiedad del payés Abdon Blay, de 30 años. Al principio, pensaron que era una parcela experimental sembrada con semillas de la multinacional Syngenta, pero más tarde supieron que el cultivo no tenía fines científicos, sino comerciales. «Sea como fuere –recalca el portavoz del colectivo antitransgénicos– eran campos de OMG (organismos modificados genéticamente)... ¿o no?»

«EL POLEN NO CONOCE FRONTERAS» / «En Francia, con este tipo de acciones se consiguió frenar la proliferación de transgénicos», afirma el portavoz. La organización, que lleva siete años en activo, combate los cultivos genéticamente modificados al aire libre, aunque, en principio, acepta los que se desarrollan en espacios cerrados. «El polen que producen esas plantaciones no conoce fronteras y puede contaminar fácilmente a otros cultivos, por muy alejados que estén entre sí», argumentan. La coexistencia entre cultivos tradicionales y transgénicos «es imposible», concluyen.

La acción llevada a cabo en el Baix Empordà, sostiene el colectivo francés, «no es aislada». «Esperamos que sean los campesinos catalanes quienes tomen ahora la iniciativa», dice Raphaël. «Estamos a su disposición para ayudarles en lo que les haga falta, pero no vamos a suplantarles, ni a imponerles nada, deben ser ellos los que tomen la iniciativa», agrega el activista.

Catalunya es, junto a Aragón, «el laboratorio experimental de las multinacionales fabricantes de transgénicos en Europa», con 27.000 hectáreas sembradas, afirman Les Faucheurs Volontaires. De ahí, su primer sabotaje y la invitación a que los activistas catalanes sigan su ejemplo.

HECHOS CONSUMADOS / «Este tipo de acciones directas son la mejor manera de responder a la política de hechos consumados mediante la cual la Generalitat de Catalunya, el Estado español y las multinacionales biotecnológicas llevan 12 años imponiéndonos unilateralmente los OMG en la agricultura y la alimentación», insisten Les Faucheurs Volontaires en sus comunicados públicos.

Y parece que se ha recogido el testigo. Fuentes del entorno ecologista más radical explicaron a este diario que en ese primer sabotaje participaron jóvenes catalanes, que están preparando nuevas acciones clandestinas contra ese tipo de cultivos.

Fuentes de los Mossos d'Esquadra señalaron que dan un relevante grado de credibilidad al comunicado de esta organización ecologista francesa y expresaron su preocupación ante la posibilidad de que este tipo de acciones se reproduzcan.

Para la policía de la Generalitat, el peor escenario sería que el modo de operar de los grupos radicales franceses calara entre activistas catalanes y que repitieran ese tipo de acto o incluso que aumentaran su intensidad. «Nos tomamos muy en serio este fenómeno», dijeron esas fuentes.

DOS ANTECEDENTES YA JUZGADOS / De hecho, en Catalunya ya han sido juzgados dos activistas ecologistas por llevar a cabo acciones contra cultivos transgénicos. Ambos hechos ocurrieron en Lleida: el primero en el 2003 y uno de sus promotores, Josep Pàmies, fue condenado a una multa. Por el siguiente, ocurrido en julio del 2004, fue juzgado Albert Ferré, simpatizante de la Plataforma Transgènics Fora. El objetivo de los radicales en ambas acciones fueron campos experimentales de maíz transgénico, que fueron segados.

Tiempo después, en febrero del 2006, un payés de Albons (Baix Empordà) optó por quemar públicamente su campo de maíz ecológico, tras comprobar que había resultado contaminado por OGM.