AGRICULTORES DIVIDIDOS

«Solo me dejaron seis hileras de plantas»

Ambos son payeses y ambos creen en la producción de calidad. Eso sí, discrepan en cómo conseguirla. A uno de ellos, el joven Abdón Blay, unos radicales le destrozaron la cosecha de maíz transgénico en Torroella de Montgrí. El otro, el veterano Josep Pàmies, condenado en el 2006 por sus actividades contra los organismos modificados, defiende desde Balaguer la agricultura ecológica.

Víctima 8 Abdon Blay muestra su campo arrasado en Torroella de Montgrí, el sábado.

Víctima 8 Abdon Blay muestra su campo arrasado en Torroella de Montgrí, el sábado.

LLUÏSA F. GONZÁLEZ
TORROELLA DE MONTGRÍ

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«¿Has visto cómo tienes el campo? Creo que los jabalíes te lo han destrozado. Está lleno de pisadas», le dijo por teléfono un vecino a Abdón Blay, antes de que supiera que un grupo de activistas antitransgénicos le habían estropeado la cosecha de maíz que estaba a punto de recoger. Al llegar al campo, de poco más de una hectárea, en la zona de Mas Ferrer, en Torroella de Montgrí, Blay no tardó en atar cabos y en recordar las palabras que unas semanas antes le habían dicho los responsables de Syngenta, la empresa de investigación de semillas que le había propuesto realizar unos ensayos con transgénicos en su terreno. La compañía ya le advirtió sobre este tipo de acciones «de radicales», porque en Francia, que es donde suelen actuar, se dan a menudo.

Syngenta había conseguido los permisos del Ministerio de Medio Ambiente para efectuar los experimentos y a partir de ese momento quedó registrado en la documentación oficial del Estado. De ahí sacaron la información los autores del ataque. Lo que no sabía el grupo es que al final el ensayo no se llevó a cabo, con lo que acabaron dejando al agricultor sin su cosecha, cuando su intención era sabotear a una multinacional.

«Yo estoy a favor del estudio científico y de la mejora genética», afirma Blay, que explica que el 85% del maíz que se cultiva en Catalunya es transgénico,«porque es más resistente a plagas como el gusano taladro».«Es mejor que utilizar tratamientos insecticidas como hacíamos antes», añade. Este agricultor, que lleva 12 años dedicándose el campo, cree que hay mucha desinformación sobre los organismos modificados genéticamente. Él solo ve ventajas en su utilización y asegura que no está demostrado que sean peligrosos para la salud de las personas. El año próximo, dice, volverá a plantar maíz transgénico.

De momento, este año, la broma le ha supuesto unas pérdidas de 4.000 y 5.000 euros. Hace unos días se interesó por saber cómo iban las investigaciones de los Mossos d'Esquadra para dar con los autores de los daños, pero la policía no le dijo nada.«Si cogen a uno o dos de los que participaron en el ataque, ¿qué les harán?», se pregunta resignado.

El campo asaltado lo encontró lleno de trozos de guantes de látex que los activistas (unos 50) utilizaron para cortar las hojas de maíz. También halló restos de ropa blanca, explica Blay, mientras señala el campo que ahora está lleno de hierbas y de restos de hojas.«Solo me dejaron seis hileras de plantas», pero no las cosechó porque le hubiera resultado caro. «De ecologistas esta gente solo tiene el nombre», concluye.