AGRICULTORES DIVIDIDOS
«Somos el laboratorio europeo del sector»
Ambos son payeses y ambos creen en la producción de calidad. Eso sí, discrepan en cómo conseguirla. A uno de ellos, el joven Abdón Blay, unos radicales le destrozaron la cosecha de maíz transgénico en Torroella de Montgrí. El otro, el veterano Josep Pàmies, condenado en el 2006 por sus actividades contra los organismos modificados, defiende desde Balaguer la agricultura ecológica.
Lo de Josep Pàmies es activismo en pura esencia. Desde bien joven, este payés de Balaguer (Noguera), hijo y nieto de agricultores, emprendedor y recuperador de plantas y semillas olvidadas, participó en cuantas reivindicaciones, protestas y manifestaciones agrarias hubiera en Catalunya. Primero, en los prolegómenos de la democracia, desde el sindicato Unió de Pagesos. Más tarde, desde plataformas ciudadanas, casi siempre de base asamblearia. Ahora es miembro, entre otros, del colectivo Som lo que Sembrem.
Con este currículum, pocos se sorprendieron cuando un juez de Lleida sentó a Josep Pàmies en el banquillo de los acusados por sus actividades contra los transgénicos. Fue el segundo agricultor en España juzgado penalmente por ello y el primero en ser condenado. «Me impusieron seis meses de prisión por desobediencia a la autoridad, pero no tuve que cumplirlos porque no tenía antecedentes», relata. Pàmies reconoce que, años atrás, los suyos también segaron campos experimentales de cultivos transgénicos, pero asegura que, en estos momentos, sus acciones van por otros derroteros.«Hemos cambiado de táctica», afirma.
«No queremos promover la división entre el colectivo agrícola, entre payeses ecológicos y payeses convencionales», explica el activista leridano. En el fondo, reconoce,«esa lucha más activa podía llegar a ser contraproducente, porque daba argumentos a los partidarios de los transgénicos».
Así es como nació Som lo que Sembrem, que ha pasado de ser«una plataforma creada para la recogida de firmas»a convertirse en un«movimiento que apuesta por las cooperativas de consumo, por los alimentos de proximidad...».
Después de que el Parlament rechazara en el 2008 debatir la iniciativa legislativa popular (ILP) promovida por la entidad y apoyada por 106.000 ciudadanos, el colectivo«está pensando ahora en acogerse a la posibilidad que ofrece el Estatut de realizar una consulta popular», indica Pàmies.
Según sus estimaciones,«entre el 70 y el 80% de la gente es contraria a esos cultivos» en Catalunya. «Y eso nos da muchas esperanzas para plantear la consulta. Poco a poco, vamos a sacarles los colores a los políticos», agrega.
España, recuerda Pàmies, es uno de los últimos países de la Unión Europea que todavía permite el cultivo de productos transgénicos de manera casi indiscriminada.«Países como Francia e Italia los regularon hace ya años y aquí, en cambio, nos hemos convertido en el laboratorio preferido de las multinacionales del ramo», denuncia.
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