LA CONCENTRACIÓN

La kilométrica 'senyera' humana logra unir las dos arterias de BCN

La joven Emma, en el momento de emitir el simbólico voto, a las 17.14 horas.

La joven Emma, en el momento de emitir el simbólico voto, a las 17.14 horas.

JOSE RICO
BARCELONA

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V mayúscula. El independentismo catalán superó por tercer año el homérico reto que se había propuesto. No solo atestó de gente las dos principales arterias de Barcelona, la Gran Via y la avenida Diagonal, sino que logró también que entre tanta multitud se distinguiesen a la perfección los colores de la senyera. La bandera catalana (humana) más larga de la historia midió 11 kilómetros, unos 200.000 metros cuadrados, a las 17.14 horas de la Diada del Tricentenari.

Fue en el preciso instante en que Emma, una chica que el 9 de noviembre cumplirá 16 años -la edad mínima para votar que establecerá la ley de consultas-, introdujo una simbólica papeleta en una urna situada en el vértice de los dos brazos de la V, en la plaza de les Glòries. Con este gesto y el lema 9-N Votarem, 9-N Guanyarem quisieron reivindicar los organizadores, la Assemblea Nacional Catalana (ANC) y Òmnium Cultural, la consulta del 9-N, anteponiendo así la exigencia del derecho a decidir a la reclamación de un Estado propio, protagonista de las movilizaciones del 2012 y el 2013.

Sin embargo, en la imagen y el sonido que puso la calle volvió a imponerse la estelada, con permiso, claro, de la gigantesca senyera humana y de la ingente cantidad de manifestantes que se vistieron con ella, gracias a la tercera equipación del Barça. A la prenda culé recurrieron muchos de los que no se habían inscrito previamente en el acto y que, por lo tanto, no contaban con el uniforme oficial de la manifestación: las camisetas roja y amarilla con el lema Ara és l'hora que, convenientemente distribuidas, debían formar las nueve barras de la senyera.

Esta espontaneidad provocó que el mosaico final fuese más nítida en unos tramos que en otros. Y en aquellos en los que la bandera se dibujó con más claridad también pudo percibirse cómo en las nueve hileras de colores, que debían integrar a cuatro personas cada una, llegaron a concentrarse hasta una docena de manifestantes en cada una, dada la magnitud de la marea humana.

De hecho, la senyera quedó dibujada muchos minutos antes de la simbólica hora de formación, especialmente en aquellos tramos donde tenían que alinearse los ciudadanos de fuera de Barcelona, cuya llegada a la capital catalana entre la tarde del miércoles y la mañana de ayer desbordó autobuses, trenes y metros. Era el primer síntoma de que la concentración iba a superar la última cifra de inscritos que la ANC ofreció a última hora de la mañana: 550.000.

7.000 VOLUNTARIOS / A diferencia de la Diada del 2012, cuando la primera gran movilización independentista llenó el centro de Barcelona, ayer se pudo transitar con relativa fluidez por los laterales de la Diagonal y la Gran Via, puesto que el grueso de la manifestación se concentró en las franjas centrales de estas dos vías. La organización de las masas, arribadas a Barcelona en unos 100.000 vehículos privados y más de 1.500 autocares fletados, corrió a cargo de los 7.000 voluntarios.

Una vez cumplido el objetivo, en un ambiente festivo que incluyó música y castells, los concentrados no tardaron demasiado en deshacer la senyera y discurrir por las calles adyacentes, ante el intenso calor que acompañó a este Onze de Setembre en Barcelona. Fue justo después de intentar materializar en dos ocasiones una ola humana, roja y amarilla, de 11 kilómetros. La gama cromática de la jornada se aderezó con las pinceladas azules que pusieron, además de las estelades, las múltiples banderas de Escocia que flamearon, a una semana de su referendo independentista.

Otro referente internacional que se coló en la fiesta fue el báltico. De esas latitudes procedía el tema que, adaptado para la ocasión, fue el himno de la V, interpretado a las 17.14 horas en la plaza de les Glòries por un millar de cantaires y con Lluís Llach al piano. A su lado, 947 urnas de cartón, una por cada localidad catalana, que el soberanista espera sacar a la calle el 9-N contra viento y marea tras su exhibición de fuerza de ayer. La tercera. ¿La vencida?