La inmigración en Europa

Vuelven las fronteras

El referendo de Suiza ha roto uno de los principios fundamentales de la UE, la libertad de movimiento

JOSEP BORRELL

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Allá por 1985, siendo un joven secretario de Estado de Hacienda, explicaba a mis vecinos de La Pobla de Segur que un día no tendrían que enseñar el pasaporte ni abrir la maleta en la aduana de Les para pasar a Francia. Y que podríamos ir de Tenerife a Helsinki sin pasar fronteras ni cambiar de moneda. Aquello parecía inaudito. Pero hoy esa libertad de movimiento se ha convertido en el estado natural de las cosas. La Europa unida es el euro y los Erasmus, la libertad de ir a vivir, estudiar y trabajar en cualquier país del continente.

Ese logro podría estar en peligro, víctima de su propio éxito. La señal de alarma la han dado los suizos al decidir por referendo imponer límites (cuotas) a los inmigrantes provenientes de la UE. De ese referendo hay que señalar cuatro cosas. Fue promovido por un partido de extrema derecha. El  ha ganado por muy poco, el 50,3%. Los cantones que más han apoyado limitar la inmigración son los que tienen menos inmigrantes, quizá porque están más aislados o quizá porque su población es mayoritariamente de origen y lengua alemana. Y la decisión no surtirá efectos inmediatos porque tiene que ser convertida en ley y eso llevará tiempo.

Pero se ha roto el principio de la libertad de movimiento de los europeos, que es un principio fundamental de la UE. Suiza no forma parte, pero está ligada a ella por 156 acuerdos de cooperación que incluyen esa libertad de movimiento y la integración en el mercado único, gracias a lo cual la UE es el destino del 60% de las exportaciones suizas. El referendo cuestiona siete de esos acuerdos, pero de momento la UE se ha limitado a poco más que lamentar la decisión. Se ha dicho que la reacción es tibia y vacilante y que debería haber denunciado ya los acuerdos. Pero en realidad no puede hacer mucho más hasta que no haya una norma jurídica contra la que dirigirse. Y como eso tardará unos tres años hay tiempo para negociar sabiendo que las dos partes tienen mucho que perder. En Suiza viven un millón de europeos comunitarios y la mitad de los últimos en llegar son diplomados altamente cualificados.

Pero no es solo Suiza. En el Reino Unido, Cameron quiere restringir la libre circulación presionado por el auge de los antieuropeístas del UKIP, que puede ser el partido más votado en las próximas europeas. El Reino Unido fue en el 2004 el país más aperturista al no acogerse al periodo transitorio para aceptar emigrantes de los nuevos miembros. Pero como los demás adoptaron periodos transitorios, polacos y bálticos acudieron a las islas Británicas superando todas las previsiones. Y ahora Londres no quiere que le pase lo mismo con rumanos y búlgaros.

El sentimiento antiemigrante ha sido exacerbado por la crisis. Y por su concentración en determinadas zonas y ciudades que han superado la capacidad psicológica de asimilación, aunque las estadísticas digan que globalmente el problema no es grave. En Francia, Holanda y Alemania crece el malestar ante una Europa a la que se acusa de facilitar excesivamente la movilidad y a través de ello la competencia por puestos de trabajo y las ayudas sociales de un Estado del bienestar debilitado. Si en mayo en el Reino Unido puede ganar el UKIP, en Francia el partido de Le Pen puede rebasar el 20% del voto, cinco veces más que en el 2009, y ser el segundo partido más votado, superando ampliamente al PS.

En realidad, cada vez que hay una crisis los gobiernos han respondido resucitando las fronteras. Lo hizo Dinamarca por las buenas en el 2011. Y Francia cuando Berlusconi intentó mandarle los emigrantes clandestinos tunecinos que no le cabían en Lampedusa. Esos episodios locales, motivados electoralmente no cambiaron sustantivamente los acuerdos sobre libre circulación. Pero ahora es diferente. Si se tolera lo de Suiza, detrás vendrán otros. Y los electores pueden dar un espaldarazo importante a los partidos que predican volver a encerrarse en el espacio nacional. Y no digamos las actuales tensiones separatistas en España, el Reino Unido y Bélgica, que aunque lo nieguen son otro revival de las fronteras.

También por eso las elecciones europeas no se deberían interpretar en clave nacional para ver, por ejemplo, si el PSOE le saca un solo voto al PP y eso afianza o descarta a potenciales candidatos a las primarias. Hay mucho que repensar sobre cómo hemos hecho Europa, y estas elecciones son un buen momento. Hemos construido una unión monetaria sin un prestamista de última instancia; y no ha funcionado. Y hemos construido un gran mercado con libertad de circulación de mercancías, capitales y (un poco menos) de personas sin armonizar mínimamente las normas sociales y fiscales. Y eso también debe corregirse si no queremos que vuelvan las fronteras.