Rebajas de impuestos que acaban saliendo caras
Cuando se podría invertir más para apoyar la recuperación, las bajadas tributarias electoralistas lo impiden
Salvador Sabrià
Periodista
Salvador Sabrià
A todo el mundo le gusta pagar menos impuestos. Y, en general, una rebaja de la presión fiscal siempre es bien recibida de entrada. En teoría supone más ingresos en el bolsillo de los contribuyentes, que a su vez aumentarán el consumo, a partir de esta actividad se recaudarán más impuestos y se llegará el círculo virtuoso en el que pese a reducir los tipos impositivos el Estado acabará logrando más entradas de dinero en sus arcas.
Hasta aquí la teoría que han utilizado siempre los políticos, como el Gobierno del PP hace casi tres años, para justificar una rebaja de impuestos en un año preelectoral. Una medida que en su momento cuestionaron las autoridades europeas, porque España continuaba saltándose entonces los objetivos de déficit a los que se había comprometido. Seguía gastando mucho más de lo que ingresaba, en definitiva. Y pese a ello el Ejecutivo de Mariano Rajoy adoptó una bajada significativa del impuesto sobre la renta de las personas físicas (IRPF).
Dos años después, la tozuda realidad constata que no todas las teorías se cumplen, y menos a corto plazo. Según la última memoria de recaudación de la Agencia Tributaria, correspondiente al ejercicio del 2016, las arcas del Estado dejaron de ingresar casi 12.500 millones de euros en dos años, desde que se iniciaron las rebajas fiscales. Más del 1% del producto interior bruto (PIB). Un punto de estos por los que mantienen una dura batalla política la mayoría de las comunidades autónomas con el Estado, o el equivalente a más de la mitad del desequilibrio en las cuentas de las pensiones en un año, que han dejado prácticamente vacía la llamada hucha de pensiones. Miles de millones que permitirían invertir más y dar un mayor impulsa a la recuperación.
Pero estas rebajas tan caras también afectan al futuro, porque el déficit de hoy es la deuda de mañana que permitirá compensarlo. Lo hemos visto también esta semana. La deuda pública ha vuelto a superar el 100% del PIB, cuando el objetivo era reducirla varios puntos. Un dato que se convierte en más preocupante si se tiene en cuenta que el producto interior bruto está creciendo a un ritmo de casi el 3%. Por lo que un 100% del PIB supone un incremento muy fuerte de la deuda. Por lo que respecta el déficit, ni en el 2015, ni en el 2016 se pudieron cumplir las exigencias europeas e incluso España estuvo a punto de ser sancionada por la Comisión Europea por ello.
Sí que es cierto que el año pasado el impacto de las rebajas fiscales fue inferior al incremento de la recaudación. Pero fue gracias a que el fisco obtuvo más entradas a última hora cuando el Gobierno vio que las cuentas no cuadraban, recuperando el pago fraccionado mínimo de las empresas, con lo que obtuvo caso 3.000 millones de euros. Sin esta medida de última hora, tampoco en el 2016 se habría cerrado el círculo virtuoso de Montoro. En definitiva, que hay rebajas que al final acaban saliendo muy caras.
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