Prepararse para un 'festum' sin 'pestum'

Hay dos maneras muy diferentes y clásicas de pasar la plenitud del verano: viajar o residir. Hacer un itinerario turístico por países poco o muy conocidos o instalarse en un hotel y, si se dispone, en una casa de veraneo. El viaje tiene la ventaja de que, si es colectivo, todo te lo dan hecho, al contrario del sedentarismo estival, que supone aceptar unas obligaciones cotidianas vinculadas al mantenimiento de la casa propia. 

Y en todos los casos la divagación –que tiene su origen al "vagar"– no siempre es radical. Hay quién después del baño a la playa, tan satisfactorio, tan pariente de la libertad, saca el <strong>móvil </strong>de la bolsa y telefonea a la oficina para asegurarse de que no hay ninguna novedad en el despacho –es el invento de los turnos de vacaciones–. Se podría decir que los teléfonos son boicoteadores de las vacaciones.

Osaría decir que ha aparecido una enfermedad difícil de combatir, que es la 'conexionitis'. ¿Yo también padezco esta enfermedad? Me atrevo a decir que la mía es de otro tipo. Mi conexión es la Olivetti. Mi Olivetti, pobre, me la llevo cuando tengo que estar unos días fuera de Barcelona. También tiene un tiempo de descanso, como yo, pero inevitablemente hay un momento en que le doy unos golpecitos en la espalda para que empiece a teclear.

TIEMPO DE DESCANSO

Los expertos afirman que es conveniente practicar un tiempo de descanso, que las vacaciones son necesarias para la recuperación, no sé si más física o más psíquica. Es probable que sea un buen consejo para mucha gente. Pero la generalización es, o puede ser, como en otras situaciones, una mentira. O quizá, si no queremos ser tan radicales, permítanme una observación: hay mucha gente a la que practicar la obediencia al descanso le fatiga. 

Hay una frase en latín, quizá macarrónico, que recuerdo desde que era pequeño: "'Post festum pestum'". A veces el "'pestum'" ya se avanza al final de las vacaciones.