Geometría variable

¡Es la política, estúpido!

JOAN TAPIA

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Madrid llora. La justicia ha dado un sonado varapalo a la privatización hospitalaria de Ignacio González, presidente de la comunidad, que tiene delante -junto a la alcaldesa Ana Botella- un negro horizonte. La marea blanca y el café con leche olímpico pueden hacer que el PP muerda el polvo en las autonómicas y municipales. Recuerdo un reciente tuit de Carmen Moraira, «El orgullo crea desorden», que desenterraba la frase de Baudelaire. El orgullo y exceso de confianza de José María Aznar colocando a su mujer como relevo de Alberto Ruiz-Gallardón en la alcaldía y de Esperanza Aguirre con Ignacio González han generado desorden.

Y si el corazón falla -en Madrid viven y trabajan sus dirigentes-, la circulación de la sangre -ideológica y política- lo acusa. Así al PP le ha surgido, por primera vez, una amenaza consistente por la derecha, el nuevo partido Vox, inspirado por José Antonio Ortega Lara, un símbolo de la lucha contra ETA, Santiago Abascal (PP vasco) y Alejo Vidal-Quadras, apóstol del nacionalismo español (anticatalanista, por supuesto). Y con la complicidad moral de María San Gil, que acusa a Mariano Rajoy de «consentir la pesadilla que vive Euskadi con el entramado etarra» (que ETA no mate pero que la izquierda aberzale tenga votos), y de Jaime Mayor Oreja, que no quiere hacer de valladar de Rajoy en las europeas, se ha montado una pinza interna-externa que puede hacer que el PP pierda las europeas, donde vota poca gente -por lo que el voto más militante (radical) es imprescindible- y donde, además, la protesta conservadora por la subida de impuestos sale gratis (Rajoy sigue en la Moncloa el día después). Y la guinda de esta pinza reaccionaria es el gesto de Aznar de quedarse en Filipinas (quizá sueñe que aún son españolas) y no inaugurar mañana la convención del PP en Valladolid (la ciudad que primero le encumbró).

¿Puede acabar estar rebelión en la granja con una escisión de la derecha que desde que Aznar tomó el relevo de Manuel Fraga (un blando) está unida con disciplina cuasi militar? ¿Qué efectos tendría la partición? A corto plazo, es posible que las consecuencias sean negativas. La voladura de un partido de gobierno desestabiliza y puede inquietar a los mercados en plena crisis. Y, además, genera competencia entre las dos fracciones por atraer electores recurriendo a los sentimientos. Ya está pasando. Rajoy quería vender economía, pero mandan los presos de ETA, la separación de Catalunya y el abortado caramelo de una ley del aborto que nos retrotraería al prefelipismo.

El PP oficialista se creyó aquello de «¡es la economía, estúpido!» (pese a que hay un millón de parados más que cuando ganó) y la realidad les escupe: «¡Es la política, estúpido!». Uno, no se puede gobernar un país sin explicar bien a los ciudadanos (ladrando poco) la complejidad de la crisis actual. Dos, un partido de gobierno no puede actuar, cuando pierde el poder, como una partida de hooligans porque inocularse demagogia es contraer una enfermedad crónica que acaba matándote.

Pero, a medio plazo, quizá la partición fuera positiva. El desorden también fuerza el cambio. Y los partidos militarizados y simplistas (quiza Alfonso Guerra empezó con aquello de «quien se mueve no sale en la foto», pero Aznar lo elevó a la enésima potencia) no son lo mejor en una democracia moderna. Y no es bueno que un partido de gobierno sea frentista: antisocialista, anticatalanista y, según convenga, confunda al PNV con una ETA bis.

Quizá un partido conservador menos potente sería más razonable, crisparía menos el debate y podría llegar a puntos de encuentro con los centristas catalanes y vascos (en gran parte en Convergència i Unió y el PNV), e incluso con el PSOE. La gran coalición es posible en Alemania porque hay un partido a la derecha de Angela Merkel. Y el PSOE tiene a Izquierda Unida fuera. Es un calvario porque le quita diputados, pero también una bendición porque le resta confusión interna.

Quizá el orgullo de José María Aznar colocando a su mujer en el Ayuntamiento de Madrid y despreciando al elegido a dedazo sea (desorden mediante) un factor positivo. Pero, ¿tiene Mariano Rajoy agallas, e ideas, para plantarse?