EDITORIAL

Nuevas rutas para los refugiados

La actual crisis de refugiados pone de manifiesto que el efecto llamada no existe

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Nuestra retina guarda la imagen de la isla italiana de Lampedusa como puerto de llegada de migrantes refugiados que huyen de guerras y persecuciones. Sin embargo, no es el único lugar del Mediterráneo donde esta imagen se repite. Hay muchos más, tantos como puertas de acceso a una Europa cada día más cicatera con estas personas que se agolpan en sus costas. Las islas griegas de Kos Lesbos son hoy punto de llegada de miles de refugiados que utilizan la llamada ruta del Mediterráneo oriental desde el puerto turco de Bodrum. La distancia geográfica entre este puerto y Kos es de pocas millas, pero hay otra distancia, enorme en este caso, y es la que separa a un país de la Unión Europea como Grecia, y uno que no lo es como Turquía.

El tránsito de refugiados en esta ruta ha registrado un aumento en los cinco primeros meses de este año de casi el 600%. Este aumento expresa la inutilidad de las políticas comunitarias centradas en la seguridad y la contención, políticas que tienen por objetivo cerrar puertas de acceso creyendo que así se evita el denominado efecto llamada. Una de las verdades que ha puesto de manifiesto la actual crisis de refugiados es que tal efecto en realidad no existe, que extremando la persecución en una ruta lo único que se consigue es que se abran otras. Y ello es así porque la situación de quienes llegan a Europa es tan desesperada que cualquier penalidad en el camino o en el punto de destino es mejor que la guerra de la que huyen.