Dos miradas

Nuestro muro

El Govern amaga con avanzar el referéndum a mayo. Pero si no hay un milagro no podrá realizarse. Entonces, quizá se celebren unas nuevas elecciones

El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, durante su intervención ante el consell nacional del PDECat.

El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, durante su intervención ante el consell nacional del PDECat. / YV

EMMA RIVEROLA

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El Govern amaga con avanzar el referéndum a mayo.avanzar el referéndum a mayo. Pero si no hay un milagro no podrá realizarse. Entonces, quizá se celebren unas nuevas elecciones. Mientras, se supone que seguimos construyendo estructuras de Estado. De un Estado que no se sabe si lo desean la mayoría de los catalanes. ¡Que nos dejen votar y lo sabremos!, dicen. Claro, el problema es que, más allá de los legítimos deseos, Catalunya no está reconocida como nación con soberanía para decidir sobre su autodeterminación. ¡El Estado nos somete a su voluntad! Sí, bueno, pero resulta que Catalunya también forma parte del Estado español y, como tal, ha votado sus normas de juego. ¡Pues que se cambien! Y sí, por ahí se tendría que haber empezado.

Podía haberse dedicado tiempo y esfuerzos –mucho tiempo y muchos esfuerzos– para intentar superar el muro legal. Pero, en vez de eso, se ha optado por congregar a una muchedumbre a sus pies, embellecer lo que hay detrás del muro, incluso negar su existencia, y organizar constantes espectáculos para mantener vivo el anhelo de superarlo. Se han erigido héroes con pies de barro, se ha mentido sin complejos y se ha pervertido el sentido de la democracia y la libertad. Todo ello para la construcción de un mito. Un mito que está por encima de la ley, que sirve para excusarlo todo, para acaparar los discursos. Pero los mitos solo sirven al poder que los ampara, no admiten preguntas ni dudas. Porque, al fin, el muro sigue ahí.