La clave

Pobreza cero

albert
Sáez

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La plataforma Pobreza Cero presentó ayer un interesante manifiesto: Una fiscalidad injusta nos empobrece. Tres verdades como puños. Mientras los inmovilistas pretenden que la pobreza se enquiste hasta que regrese el crecimiento económico y a ciertos revolucionarios les interesa más la pobreza que los pobres, lo cierto es que estamos como estamos de empobrecidos por una fiscalidad que importó Aznar de la Escuela de Chicago y asumió Zapatero. Liberar impuestos para promover el consumo, fue el lema del PP. Y «bajar impuestos es de izquierdas» fue el mantra de ZP.

Sabemos perfectamente el resultado de ese cóctel explosivo. Doparon durante una década a la clase media con crédito hipotecario a bajo precio. Cuando la burbuja explotó, los impuestos habían bajado y cuando las cuentas no cuadraron se dedicaron a recortar, primero, y a fabricar deuda pública, después. Un círculo vicioso que nadie en Europa ha sido capaz de romper excepto Merkel con su obsesión por la austeridad.

Solución plausible

No hay alternativa a la vista a la economía de mercado. Pero la situación actual es insostenible. La solución propuesta por Pobreza Cero es tan efectiva como plausible. Hay que reformar la fiscalidad para acabar con los inventos del aznarato. Hay que acabar con la evasión y con la elusión fiscal para homologar la recaudación con el resto de Europa. Hay que dejar de bonificar la riqueza cuando no es productiva y muy especialmente cuando es directamente especulativa. Hay que dejar de transferir fondos públicos a empresas privadas por servicios que no prestan como en el Castor. Hay que saber en cuántas empresas hay tarjetas b. Hay que hacer cumplir la ley en lugar de multiplicar las normas para que solo las puedan eludir los que pagan buenos abogados.

Los pobres no los ha generado la crisis. El empobrecimiento es el resultado de una fiscalidad injusta pensada por los que afirmaron que los ciclos económicos se habían acabado con el fin de la historia. En el origen de la pobreza no hay fatalidad sino arbitrariedad. Y, por lo tanto, se puede cambiar.