La clave

La política de la testosterona

JUANCHO
Dumall

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La secuencia es esta. Domingo: la presidenta del Parlament cierra el debate de investidura de Carles Puigdemont con el preceptivo anuncio de que comunicará al rey Felipe VI el resultado de la votación. Suenan algunos silbidos en la tribuna de invitados. Lunes: el Rey declina recibir a la presidenta del Parlament (quien había sorprendido con un «¡Viva la república catalana!» el día en que tomó posesión, en octubre) y la Casa Real le sugiere que comunique por escrito la votación de investidura. Martes por la mañana: El Boletín Oficial del Estado publica el real decreto de cese de Artur Mas en el que, en un gesto sin precedentes, no se incluye la fórmula de agradecimiento de los servicios prestados. Martes por la tarde: durante el acto de toma de posesión de PuigdemontMas recibe una larga ovación al agradecer «a todos» los servicios prestados. Martes por la tarde: el nuevo president promete el cargo sin referencias ni a la Constitución ni al Rey. Martes por la noche: el Gobierno central encarga a la abogacía del Estado estudiar si esa fórmula de promesa puede ser impugnada por no ser constitucional.

Asaltos de tanteo

No se asusten, esto no es el choque de trenes. Como mucho, estamos en las escaramuzas previas, los asaltos de tanteo ante lo que parece inevitable, a la vista de los muchos que han optado por la política de testosterona para que nada tenga vuelta atrás, aunque tampoco por delante se atisbe una salida. Muchos ciudadanos, independentistas o no, partidarios o no del derecho a decidir, asisten perplejos a este despliegue de pellizcos de monja seguidos de grandes aspavientos.

Pero es evidente que a unos y otros les interesa en estos momentos mantener la tensión. A Junts pel Sí porque, primero, forma parte de su programa de desconexión de España y, segundo, porque el ruido evita la reflexión crítica sobre la chapucera, aunque legítima, llegada de Puigdemont al Palau. Y en Madrid, porque magnificar el clima de desobediencia catalana aumenta las posibilidades de un pacto de gobernabilidad con la derecha de toda la vida al frente que evite nuevas elecciones. ¡Santa paciencia!