ANÁLISIS

Justos y pecadores

GUILLEM LÓPEZ CASASNOVAS

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El jueves conocimos la decisión más esperada sobre las reclamaciones sobre las cláusulas suelo en los contratos hipotecarios y si fuéramos un país normal no deberíamos alegrarnos la situación creada. Los jueces hacen tabula rasa de diferencias entre reclamantes, pese a tratarse de situaciones distintas, y optan por por una sentencia en la que no se distingue entre justos y pecadores.Hay gente que seguro que sabía lo que estaba firmando y sacaron provecho, por listos, de unas condiciones que el resto de los clientes no han tenido. Es más, es probable que las consecuencias sean mejores que las de quienes pactaron por su cuenta, recuperando por esta vía menos de lo que obtendrán, pasivamente, quienes han sido llamados y liderados más tarde por un conocido bufete de abogados.

Contrariamente a lo que sucedió en la historia de Fórum Filatélico, recurrir a declararse ignorante y esperar que entre todos le rescaten a uno, parece que esta vez ha funcionado con la cláusula suelo. Se arguye, de paso, que "si ya hemos rescatando a los bancos, ¿por qué no también a los ciudadanos?" Pero estamos ante un juego de suma 0: quien gana, el endeudado, lo hace a costa de otro, ya que la disminución de provisiones de los bancos para afrontar esta eventualidad complica aún más que los ahorradores cobren un mínimo de intereses. Queda por ver el perjuicio total para los accionistas ante las pérdidas bursátiles. Sería de esperar que repercutiera en el sueldo de los directivos bancarios que ganan lo que no se merecen. 

Una sentencia de este tipo, en la que los pecadores (sabían lo que firmaban) se benefician por igual que los justos (ingenuos, poco documentados) deja un registro agridulce: la sociedad española ha de hacerse adulta y responsable, y no parece que emprenda este camino. La sentencia solo se explica, creo, porque los jueces se alinean desde el consenso social (¡con los peligros de valorarlo todo al por mayor!) en contra del pecador de la crisis, los bancos. Esto generará un nuevo agujero en las cuentas de los bancos, y ya llueve sobre mojado. 

Hay que volver a discernir en la apreciación entre bancos pecadores y los que no lo son, también en el caso de las cláusulas suelo. Los hubo de ambas clases. Esperemos que el recurso de la sentencia que acabamos de conocer ayude a que afloren las diferencias, porque callar es otorgar y reconocer malas prácticas generalizadas. ¡Qué mala imagen internacional deja y qué triste queda la función del supervisor bancario!

Por lo general, el comportamiento de los bancos con las cláusulas suelo no ha sido la deseable. Pero no todas las entidades se han comportado de la misma manera, igual que no todos los afectados eran igual de ingenuos. Ojalá que mi defensa de lo razonable (la gente ha de mirar lo que firma y las entidades han de responder a su función social) sirva para que esto no se repita. De momento, los listos salen indemnes y protegidos, escondidos entre los que firmaron de buena fe. Parece necesario, por lo tanto, más finura en las decisiones judiciales así como una mayor madurez social.