MIRADOR

Déficit de comprensión lectora

Sorprende que los soberanistas crean que alguien les hará caso en Europa

JOAQUIM COLL

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Afirma Artur Mas que la sentencia del Tribunal Constitucional (TC) sobre la ley de consultas y el decreto del 9-N refuerza el carácter plebiscitario del 27-S. También Núria de Gispert se apunta al carácter «definitivo o casi» de esas elecciones. Pese a tanto dramatismo, la presidenta del Parlament no tiene más remedio que reconocer que la Cámara catalana, que tan poca obra legislativa puede exhibir estos años, se ha abstenido de hacer algo que sí podía: promover una reforma constitucional. Y eso no ha sucedido por una sencilla razón. Una iniciativa así hubiera roto de entrada el bloque soberanista entre, digamos, los partidarios del 'sí-sí' y los del 'sí-no'. Hubiera introducido la lógica de la reforma constitucional en lugar de su implosión. Y es que la estrategia de ERC, en la que Mas quedó atrapado tras perder 12 diputados en el 2012, ha sido forzar el choque de trenes para acrecentar el secesionismo.

Afirmar como hizo Francesc Homs que España es una democracia de baja calidad porque solo se puede votar cada cuatro años y no se permite decidir unilateralmente la secesión es ignorar que eso último tampoco es posible en ningún otro lugar de Europa. Y esconder que en el ámbito de las consultas populares sí podemos votar otras cosas. Sin ir más lejos, en Olesa de Montserrat decidieron el domingo sobre el crecimiento urbanístico del municipio con el aval del Gobierno central. Hay una larga lista de referéndums locales efectuados para cuestiones específicas en el ámbito de las competencias propias. Y el Parlament, por ejemplo, podría haber promovido una consulta sobre determinadas políticas de recortes. Algo así plantearon los sindicatos hace unos años, iniciativa de la que jamás se ha vuelto a hablar. Y es que el derecho a decidir en realidad solo se quiere para votar una cosa.

La permanente descalificación del Govern contra los poderes del Estado choca con la filosofía de las últimas sentencias del TC, que son una llamada al diálogo en el marco de la Constitución. Es el enfoque con que el alto tribunal ya abordó la nulidad de la declaración de soberanía. Y en el caso de la ley de consultas, fíjense que el Gobierno español recurrió 36 artículos, pero el tribunal solo ha declarados nulos 2, los imprescindibles. Que la sentencia haya sido adoptada nuevamente por unanimidad pone de manifiesto que el TC tiene bien aprendidas las lecciones del Estatut.

Afirmar que las elecciones el 27-S sustituyen a un referéndum es «engañar y engañarse», recordó ayer Miquel Iceta. El secesionismo sufre un fuerte déficit de comprensión lectora de la realidad política. Ahora dice que trasladará a Europa su rechazo a la sentencia y buscará apoyo internacional a su plan plebiscitario. Sorprende que crean que alguien les hará caso la misma semana que la Eurocámara ha premiado a Societat Civil en lugar de a la ANC.