GEOMETRÍA VARIABLE

O centroizquierda o nuevas elecciones

La única opción real de gobierno pasa por un pacto abierto entre Sánchez y Rivera

Albert Rivera saluda a Pablo Iglesias, ante Pedro Sánchez.

Albert Rivera saluda a Pablo Iglesias, ante Pedro Sánchez.

JOAN TAPIA

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La noche del 20-D, Mariano Rajoy leyó mal el resultado. Se fue al monumento de Génova que le habían montado (poco que ver con el modesto balcón tradicional) y botó, con 'b', presumiendo de haber ganado. Error. Con 123 diputados y sin mayoría de centroderecha posible (163 con Ciudadanos), aquella noche debió decir que el PP era el primer partido, pero luego invitar al PSOE a un Gobierno paritario de gran coalición. No lo hizo y días después, con la cansina excusa de la unidad de España, abogó por un pacto a tres con Ciudadanos y los socialistas. En realidad pretendía la abstención casi gratis del PSOE en la investidura.

Se dice que en los últimos cuatro años Rajoy --que ha aprobado en economía-- no ha hecho política. No es exacto. Su política se ha dirigido solo al PP. Por eso perdió 63 diputados y se equivocó la noche del 20-D. Dejó pasar su oportunidad y se lio más al declinar la invitación del Rey. Sería un milagro que lograra reciclarse.

Ahora dispara Pedro Sánchez. La prensa conservadora cree que todo es teatro y que el pacto con Podemos ya está hecho. Creo que se equivocan porque la combinación de la aritmética y la política impiden ese pacto. Serían 161 diputados (PSOE, Podemos e IU) contra 163. Sumando ERC podría salir en segunda votación, pero a un coste descomunal. Mal inicio de legislatura con toda la izquierda contra toda la derecha y un partido español (el PSOE) aliado a una ERC que no es la de Carod-Rovira, al que el Gobierno de España daba --y Carod aceptaba-- pasaporte diplomático. Tormenta antinacionalista garantizada. Y una política económica que querría abstraerse del marco europeo olvidando que el margen es muy estrecho. Salvo, claro, que se opte por salir del euro (ni Tsipras lo ha hecho) o limitarse a vender proyectos como Varoufakis.

Por muchas razones --somos Europa y la cuarta economía del euro-- no se dan las condiciones para que España pueda digerir un Gobierno en el que un vicepresidente con el control de la policía le dicte en rueda de prensa a un presidente calzonazos las políticas que dictaminen los intelectuales (o asimilados) que piensan que el país debe dar la espalda a la globalización.

Hoy la única opción real está, pues, entre un Gobierno de centroizquierda, que intente con cuidado una política económica algo más arriesgada y trabaje dos pactos transversales sobre la corrupción y la reforma constitucional (para volver a integrar a Catalunya sin desencadenar iras españolistas), o la repetición de elecciones sin ninguna garantía de que el 26 de junio el cuadro político fuera muy diferente.

Y el Gobierno de centroizquierda no será fácil. Precisa un laborioso pacto de investidura PSOE-Ciudadanos (síntesis del liberalismo centrista y la socialdemocracia, del Estado autonómico y el federalismo) con la suficiente apertura para atraer también al PNV, IU, Compromís y los dos diputados canarios. 144 diputados que en la segunda votación podrían sacar la investidura frente a los 123 del PP, o los 140 del PP más ERC y CDC.

Pero no basta con que Sánchez logre ese meritorio y difícil consenso. Se precisa también que Podemos no una sus votos a los contrarios del PP. Que se abstenga. Y eso no depende solo de Pedro Sánchez, sino de los cálculos de Pablo Iglesias. Si cree más rentable echar al PP y dedicarse después a atacar al PSOE, acusándole de complicidad con Draghi y otros pecados graves, o si prefiere el riesgo de unas nuevas elecciones.

Esta es la alternativa. El centroizquierda precisa la abstención de Podemos, aunque también serviría la mucho más improbable del PP. Sí, todo es muy complicado. Es lo que los españoles han votado.