Un Gobierno fuera de control

Rajoy y su equipo, con una elegante peineta, se escabullen del Congreso argumentando que están en funciones. Nace el Gobierno en diferido

ENRIC HERNÀNDEZ

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Mientras la purga interna ejecutada por Pablo Iglesias tensa las costuras de Podemos y la investidura languidece por la ausencia de negociaciones reales con el PSOEel conflicto que libran Gobierno y Congreso,GobiernoCongreso pese a su enorme gravedad, apenas suscita interés. El ocaso político se cierne sobre Mariano Rajoy sin que amanezca un nuevo presidente, y en este interín el Ejecutivo del PP ha decidido hacerle una elegante peineta al Parlamento, legitimado para fiscalizar políticamente sus actos.

Reza la ley del Gobierno, promulgada en la etapa de José María Aznar: "Todos los actos y omisiones del Gobierno están sometidos al control político de las Cortes". Replica la Moncloa que el Ejecutivo cesante tras las elecciones, en tanto que huérfano de la confianza del Congreso, no está sujeto a su control. La disputa institucional acabará con toda seguridad en el Constitucional, pero no es este un debate jurídico, sino democrático.

Según la particular interpretación del PP, es potestad del presidente y de los ministros cesantes recabar, cuando lo estimen conveniente, el apoyo de la Cámara, como han hecho para fijar la posición española ante la cumbre europea sobre refugiados, pero los grupos carecen de autoridad para exigirles información.

Ejecutivo en diferido

Estiman también los juristas oficiales que el Ejecutivo en funciones incluso podría activar a través del Senado la suspensión de una comunidad autónoma, la catalana sin ir más lejos. Lo que sugiere el alumbramiento de un nuevo modelo de Gobierno en diferido, que ejerce a placer las atribuciones obtenidas en la anterior legislatura al tiempo que esquiva sus obligaciones parlamentarias en la presente. Una ataraxia políticamente muy confortable, pero democráticamente inaceptable. Máxime si se repiten las elecciones, pues esta anomalía institucional podría prologarse al menos otros seis meses.

Sorprende que un partido que, por haber ganado las elecciones, exige el apoyo de sus rivales, les niegue en cambio hasta el saludo parlamentario. Conducirse con la arrogancia de la mayoría absoluta sin disponer de la misma no parece la mejor credencial para hallar aliados en el futuro.