Los seísmos políticos en Europa

Extremismos moderados

La democracia, antes y ahora, es compatible con el autoritarismo, la desigualdad y la demagogia

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XAVIER BRU DE SALA

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A derecha e izquierda, los extremos se expanden mientras adelgazan los partidos tradicionales, hasta ahora responsables, para bien y para mal, del sistema. El fenómeno es de alcance europeo y norteamericano. No es seguro que la centrista Hillary Clinton se lleve la nominación, y podría ser que, si Bernie Sanders triunfa en el supermartes del 7 de junio, se enfrenten él y Donald Trump, los equivalentes de los dos candidatos extremistas que han empatado en las presidenciales austriacas.

Excéntricos similares, encarnados en políticos con apoyo creciente, recorren Europa. El este vira hacia la derecha xenófoba de manera mucho más amenazadora que el norte. En el sur las nuevas izquierdas se acercan al poder. En Francia, el país del Frente Nacional, justo ahora una parte del socialismo abandona el centro mientras crecen unas protestas que pueden desembocar en una nueva formación de izquierdas similar a Podemos. En España se da por supuesto el sorpasso de Podemos al PSOE, pero en cambio la extrema derecha ha fracasado a pesar de las escasas concesiones de Rajoy.

EUROPA, UN BALNEARIO INSOSTENIBLE

La emergencia de los extremos es proporcional al incremento de la desigualdad, similar a ambos lados del Atlántico. También a un factor europeo específico, la ausencia de políticas comunes para favorecer e imponer la paz cerca de sus fronteras. Parece que nadie se había fijado en un detalle: el balneario europeo es insostenible si no cuenta con un entorno estable. Dado que los americanos dejan de garantizar por principio la seguridad global, Europa se deberá ocupar de la regional, y cuanto antes mejor.

Favorecido por la oposición al alud de refugiados, que es consecuencia directa de guerras que se habrían podido evitar, el extremismo de derechas preocupa más que el de izquierdas. Tendemos a calcular que las nuevas izquierdas no tienen la menor posibilidad de hundir el sistema, que su anticapitalismo no es muy peligroso, que los valores de las nuevas izquierdas, de base humanista, se fundamentan en la igualdad y la equidad, abandonadas en la práctica por la socialdemocracia. En cambio, la extrema derecha se envuelve en las banderas del autoritarismo, la insolidaridad y la exclusión.

DERECHAS HEREDERAS DEL FASCISMO

Como remarcaba Pere Vilanova, las derechas populistas europeas son muy civilizadas, salvo algunas periféricas como las de Grecia, Hungría o Polonia. Pero por mucho que guarden la compostura, advirtamos del peligro: son herederas del fascismo. ¿Exageramos? La gran mayoría de sus votantes así lo creen, y si les apoyan en las urnas es para defender a las clases medias, según el modelo construido por un bipartidismo que va a la baja. Ahora bien, ¿disponen de agenda las derechas populistas? Su rostro avergüenza más que su inteligencia. ¿Tendrían capacidad de hundir la Unión Europea y el euro si el resultado les acompañara? Llegado el caso, el vértigo ante el abismo actuaría de freno, como pronto observaremos en el referéndum sobre el Brexit. Se pueden prohibir los minaretes (como en la ejemplar Suiza, por cierto) o perseguir a los refugiados en vez de acogerlos, pero es imposible, además de contraproducente, frenar la inmigración en un continente que envejece. Se puede practicar la intolerancia con los de fuera, pero no suprimir la diversidad de los de dentro. La sociedad no permitiría una marcha atrás en los derechos de los homosexuales, el aborto o las libertades. Por muchos disparates que proponga, los márgenes de actuación de la extrema derecha son estrechos.

EL PAPELÓN DE GRECIA 

En el otro lado del espectro político no hay más que subrayar, en vez de obviar, que el Gobierno griego es el responsable de vaciar el campo de Idomeni. El mismo Tsipras que después de ganar con la promesa de enfrentarse a los recortes no tardó en agachar la cabeza es el ejecutor del oprobio más grande perpetrado por Europa en decenios. Un papelón para la izquierda alternativa, tan solidaria por principio y tan adaptativa en la práctica.

No hay que ir tan lejos. Ada Colau ha conseguido, en solo una semana y a partir de decisiones correctas, ser mal vista por los okupas, que antes eran los suyos, y por la Guardia Urbana, que se le rebela. Desajustes iniciales del tránsito hacia la moderación. Muy al contrario, algunos dirigentes de la CUP acabarán entendiendo, quizá demasiado tarde, que sus votantes rechazan la violencia como una línea roja que no se puede traspasar impunemente.

El sistema es más fuerte que sus extremos. Europa, que sus enemigos, sobre todo los de dentro. El capitalismo es reformable, no sustituible. Pero el problema persiste: la democracia, antes y ahora, es compatible con el autoritarismo, la desigualdad, la demagogia y los valores que repelen al humanismo.