Pericoscopio

Un boceto de equipo

Colotto y Rubén Vezo pugnan en un salto, ayer en Mestalla.

Colotto y Rubén Vezo pugnan en un salto, ayer en Mestalla.

MANEL LUCAS

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

A estas alturas, los entusiastas de Javier Aguirre deben de andar montándole una misa de desagravio, añorando a un entrenador que tuvo casi solo única obsesión: amarrar los resultados con una defensa sólida. Ciertamente, sabemos todos que no siempre lo consiguió , y que su apuesta deportiva monocroma, cuando se torcía por cualquier error defensivo o por el acierto del contrario en el ataque, evidenciaba la falta de estrategia clara en la otra punta del campo. Jugar sobre todo a no perder funcionó razonablemente bien en los primeros meses de la era Aguirre, lo que logró salvar al equipo y que nos encariñásemos con el hombre de los tacos (verbales y culinarios). Pero llegó un momento en que la propuesta se agotó, y con ella la motivación de unos jugadores a los que enseñó que se trataba de sobrevivir, y que una vez cumplido el imprescindible y nada estimulante objetivo, lo demás estaba de más (perdón por el juego de palabras imprevisto).

Sergio González tiene otras ambiciones, y eso siempre es más complicado de sacar adelante. Ambiciones en el estilo de juego, quiero decir, quizá no tanto en términos de clasificación. Con él, el Espanyol intenta jugar más la pelota, construir jugadas de ataque y olvidarse, en principio, de los pases de 30 o 40 metros desde la defensa. Es muy loable, y creo que este objetivo merece nuestra aprobación de entrada y un margen de confianza más allá de los tres primeros escarceos, en especial si dos de ellos son ante el Valencia y el Sevilla. También valoramos y aplaudimos esa valentía cuando la aplicó Pochetino; los que solo se quedan con las últimas imágenes del argentino, hagan un esfuerzo y recuerden los meses iniciales, y cómo nos costó dejar de admirarle y aplaudirle, y no olviden que en su caso, el pinchazo a largo plazo tuvo mucho que ver con cuestiones de talante y trato personal.

Claro, dirán los aguirristas, todo esto suena de perlas, pero lo cierto es que, a día de hoy, Sergio González ha conseguido un punto de nueve, el equipo ha encajado seis goles, y por muchas ganas de toque que haya, los fallos en defensa no se compensan para nada con un mayor acierto de los delanteros que, como tantas veces hemos visto antes, elaboran bonitos ataques hasta que quedan interrumpidos justo en el momento en que habría que rematar a portería.

No se puede discutir que el Espanyol ha empezado la temporada renqueando, inseguro y dando sensación de bisoñez colectiva; que se ha puesto en marcha cuando ha visto los partidos ponerse cuesta arriba, y que las ganas que se perciben en el equipo no se corresponden con una efectividad relevante; que se palpa la falta de conexión entre tantos jugadores nuevos y que los futbolistas parecen pedir a gritos un líder que los organice y les marque la línea: debe ser alguien que actúe desde el centro, un papel que no puede desempeñar, por motivos comprensibles, Sergio García. Por supuesto, el penalti no señalado ante el Sevilla y el gol injustamente anulado ayer podrían habernos dado otra impresión de todo, pero incluso así hay que admitir todas estas limitaciones.

No obstante, reconocer que estamos ante un boceto de equipo no significa prepararse para el aquelarre, o peor, la tertulia basurotelevisiva, en que se sacrifique de vivo en vivo al técnico. Al contrario, constatar que al Espanyol de Sergio le falta algún hervor, pero parece andar por un camino correcto -algo lentamente, sí- obliga a cargar las pilas de nuestra paciencia un tiempo más.

Si la suerte no se muestra inusitadamente hostil, y las cosas siguen un rumbo razonable, creo que después de los partidos contra el Málaga y el Getafe podremos ver las cosas con un rictus más sonriente. Al menos, los que solo tenemos que ocuparnos de ver y aplaudir al equipo: Collet seguirá durmiendo mal, estoy seguro, mientras tenga que prestar más atención al dinero y a quien lo maneja que al futbol en sí.