La clave

Dimitir es un verbo inglés

ALBERT SÁEZ

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En los inicios de esta larga crisis, una pintada resumió nuestro estado de ánimo: «Dimitir no es un nombre ruso», rezaba aquella frase. Era un buen resumen del hartazgo con la impunidad de los políticos en España. Ahí sigue Ana Mato de diputada en el Congreso junto a Manolo Chaves y tantos otros. Xavier Crespo en el Parlament de Catalunya, Jordi Cañas en el de Estrasburgo y tantos otros que siguen sin entender que el umbral de la permisividad con la corrupción se ha endurecido y que se acaba el tiempo de la impunidad basada en las componendas de la Transición. Pero la cultura política española -y en eso Catalunya no es diferente- prefiere apurar los plazos e intentar desaparecer de la primera página antes de salir definitivamente del primer plano.

Los resultados de las elecciones británicas se conocieron a media mañana de este viernes. Antes de comer habían dimitido Ed MilibandNick Clegg y Nigel Farage. El primero, para responsabilizarse de la debacle laborista por apoyar el Better together en Escocia. El segundo, por el hundimiento de los liberales tras estar en el Gobierno tory. Y el tercero, porque el antieuropeo UKIP no ha conseguido ni su escaño.

Ley electoral

Los partidos tradicionales andan estos días cabizbajos por las malas expectativas que les auguran las encuestas del próximo 24-M. Lanzan mensajes tremendistas avisando de que los emergentes traerán las siete plagas de Egipto si llegan a gobernar. Pero son incapaces de dar un paso atrásFelipe González incluso considera un ultraje sacar a un corrupto de las listas para lograr la investidura de Susana Díaz en Andalucía. Rajoy se limita a decir que el PP tiene defectos, pero es incapaz de exigir a Alfonso Rus que anule la candidatura en Xàtiva después de salir en la radio contando los fajos de euros tras cobrar una comisión.

Los partidos tienen oportunidades de intentar demostrar que su ocaso es menos tremendo que la victoria del adanismo. Dimitir es el camino. Aprobar una ley electoral catalana tras 35 años de partidismo es oxígeno. Investir a quien gana es lo mínimo.