Al contrataque

Contrarreforma 'sociovergente'

ERNEST FOLCH

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Aleluya, por fin buenas noticias para el establishment. Después de este largo invierno en el que el proceso avanzaba desbocado, en el que todas las encuestas daban ganador al independentismo y en el que los reivindicados puentes no se mantenían en pie ni cinco minutos, las aguas del orden vuelven por fin a su cauce. Qué alivio debieron sentir los dueños del puente aéreo al ver la estampa soñada de Artur Mas y Pere Navarro certificando que Catalunya ya es capital de algo, ni que sea de estos casinos casi libres de impuestos. La sociovergencia ha vuelto a lo grande plegándose de rodillas al chantaje público de BCN World, que no ha perdonado ni un solo punto de la rebaja que exigía. ¿Nos pides que bajemos tus impuestos del 55% al 10%?  Aquí lo tienes, mi amo, perfectamente aprobado por el Parlament, en bandeja, a sus pies.

Una vez sellado el pacto y perdida la vergüenza, el que se oponga a este maravilloso mundo de la ludopatía intravenosa y legislada a la carta será debidamente presentado como un egoísta que no quiere que sus conciudadanos trabajen, un irresponsable, un puro y un mal patriota. Así es la nueva demagogia sociovergente: todo por un puesto de trabajo, el perverso eufemismo del verdadero todo por Veremonte. No sabemos todavía en qué oficina -bancaria, por supuesto- fue cocinado este amor sobrevenido entre CiU y el PSC, pero parece no tener límites desde que ha estallado. Porque no piensen ustedes que el súbito enamoramiento fue tan solo por las máquinas tragaperras, no. El sobrevenido consenso permitirá también ejecutar esta medida tan patriótica de externalizar la publicidad de TV-3, y en el horizonte aparecen ya grandes proyectos de futuro como esa resucitada y sospechosa ley electoral. Parece que fue ayer, ¿se acuerdan?, cuando Pere Navarro acusaba a los partidos que pactaban la pregunta de hacer el juego al Govern de los recortes.

Mucho más que casinos

La romántica boda que celebraron PSC y CiU en Tarragona ante el sarcófago de Hipólito fue tan aparatosa que delataba que era mucho más que un acuerdo sobre cuatro casinos. En realidad, fue la gran fiesta de resurrección de la sociovergencia, es decir, del viejo orden, y un severo recordatorio a los despistados de que en la revolución cada vez menos revolucionaria del proceso catalán el statu quo no va a tolerar que nadie se mueva. Y es que el único sueño de verdad que ha tenido el establishment catalán, poco dado a romanticismos, ha sido barrer a los políticos incómodos y controlar sus propios intereses a través de los dos partidos que han sido científicamente diseñados para servir al poder. Iniciada la cuenta atrás de una consulta que todos admiten en privado que nunca se celebrará, el Antiguo Régimen, por si las moscas, cierra filas y se lo juega todo a la última carta: la contrarreforma. Sociovergente, por supuesto.