Pequeño observatorio

Conductas y ejemplos inhumanos

JOSEP MARIA ESPINÀS

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Mi mesa de trabajo -llamémosla así- también podría definirse como mi mesa caótica. Llena de papeles, pipas de fumar, un reloj, un calendario, un cenicero, un bote con boligrafos, pequeñas notas donde escribo qué cosas se deben hacer y que están ahí desde hace semanas, algunas quizá desde hace meses... También hay recortes de periódicos que en algún momento me parecieron que podían ser tema para un artículo. De vez en cuando intento hacer limpieza, pero a pesar de la voluntad con demasiada frecuencia no voy mucho más allá del intento. Ahora he descubierto uno de esos intentos y me decido a llevarlo a cabo.

Es una página de EL PERIÓDICO que tengo sobre la mesa desde hace más de tres semanas, y ahora la reencuentro. Es una gran fotografía, una terrible fotografía. Se ve un descampado, un 'juez' afgano con turbante y una correa en su mano con la que está apaleando a una mujer culpable de adulterio. Está condenada a 100 latigazos.

«Para que sirva de ejemplo». Y realmente lo es. De crueldad colectiva, porque además del hombre que la azota hay una docena de 'colegas' del agresor que, en sillas y formando un semicírculo contemplan el espectáculo. El gobernador local apoyó el castigo y advirtió que sirviera de lección. Los que miran cómo la gruesa correa de cuero cae repetidamente sobre la espalda de la mujer parecen satisfechos y contemplan el espectáculo con una pierna sobre la otra.

Todo es normal. Todo es justo. Todo es ejemplar. También en Europa, en el pasado, hubo seres humanos colgados en la horca, y también había gente que lo miraba. Y luego comentaba a la hora de comer si el verdugo lo había hecho bien o no, porque no todos tenían la misma maña, y además había condenados que tenían una extraña y espectacular resistencia.

En la Europa medieval la horca se aplicaba a las personas 'viles'. Los nobles eran ejecutados por decapitación. Qué cosa más antihumana la humanidad.