Centralidad trilera
Todos los partidos andan con el corazón en un puño, disimulando como pueden su incertidumbre
Xavier Bru de Sala
Escritor y periodista.
XAVIER BRU DE SALA
Qué tiempo tan feliz cuando la centralidad política era un descampado donde jugar era ganar. Ahora se ha convertido en una canica y nadie sabe si se esconde en el cubilete del medio o en uno de los extremos. ¿Dónde está la bolita?¿Revolución, reforma constitucional o inmovilismo? ¿Estabilidad, empezar de nuevo o ni fu ni fa?¿Reformas drásticas, maquillaje o austeridad y autoridad a calzón quitado? Hagan apuestas. Pero cuidado, podría ser que, como el espejo de la verdad, la centralidad hubiera estallado y los pedazos se hubieran esparcido por buena parte del espectro político.
A pesar de la teoría, nada improbable, de la ruptura de la centralidad, Podemos se acerca uno o dos pasitos a ella y la silba como si fuera un perrito para que le suba al regazo. Ciudadanos pretende expulsar a Podemos del supuesto paraíso desde Venezuela, como si fuera el árbitro de las esencias moderadas y reformistas. El PSOE se planta y proclama que la centralidad es suya aunque no sepa por dónde carajo anda. Los alquimistas del PP la buscan en el baúl de los disfraces y han encontrado uno de mago Merlín, con varita mágica, sombrero cónico de estrellitas y una larga barba inmaculada de sabio prudente que ha hallado la piedra filosofal.
PÁNICO A EQUIVOCARSE
En resumen, que todos andan con el corazón en puño, disimulando como pueden la propia incertidumbre, con pánico a los efectos negativos de cualquier acción o discurso, guiados por la intuición y sin atender a sus respectivos 'spin doctors', especialistas en recetas infalibles para ganar elecciones, que venden a precio de mapa del tesoro. Los 'spin doctors', muy ofendidos, han montado una asociación en recuerdo de la de los bufones rechazados por los monarcas en tiempos de la Ilustración. Cualquier cosa antes de confesarse tan ignorantes como serviles. Por desgracia suya, de los politólogos y de todas las pretendidas ciencias que pretenden amansarlo, el curso de la historia es a menudo indómito y siempre impredecible. ¿Y el resultado del 26-J, empezando por la participación? ¡También!
En Catalunya, la centralidad aún se desplaza más. Con los disturbios de Gràcia, la CUP, que ya la tenía en el pie, la ha chutado con violencia, a ver si se la quita de encima de una vez. Ada Colau hace lo posible para apropiársela y la agarra con las manos, pero resulta que quema. Esquerra se balancea con cachaza, sin nada, convencida que tiene la centralidad a tocar aunque no exista. Los demás juegan a la contra en terrenos excéntricos.
Haría falta una enciclopedia de los disparates para describir el caso de Convergència, que recurre a una fórmula infantil para quedarse como estaba: vendarse los ojos, dar un giro de 360 grados, quitarse la venda y ¡hop!, volvemos a ser centrales. ¡Sin siquiera pedir perdón por la corrupción! !A favor de Franco en Tortosa! Plas, plas, plas.
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