La clave

Vacío en el banco azul

JUANCHO DUMALL

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El mismo día en el que el 'New York Times' publica en su portada una información sobre «la parálisis política que reina en España», los diarios editados aquí incluyen fotografías del pleno del Congreso con el banco azul vacío. ¿Qué mejor imagen para mostrar «el limbo» en el que vive el país que los relucientes asientos reservados para el Gobierno en la primera fila de la Cámara completamente despejados, sin presidente y sin ministros?

Que el Ejecutivo no se someta al control del Parlamento sería un escándalo en cualquier democracia. Que no lo haga ahora con dudosos argumentos jurídicos basados en que es un gabinete en funciones y, por tanto, no debe rendir cuentas a la Cámara surgida de las elecciones del 20-D, solo sirve para agravar el clima de desconfianza hacia la política que se vive en buena parte de la sociedad. El sometimiento o no del Gobierno al control ordinario del Congreso no es un problema jurídico, sino de política pura. Y debe ser analizado desde esa perspectiva. Si Mariano Rajoy ha decidido quedarse en el burladero no es por un desajuste institucional fruto de una situación excepcional, sino porque considera más favorable a los intereses electorales de su partido no afrontar el desgaste que suponen las sesiones de control. El presidente parece operar con el mismo mecanismo que le condujo a declinar el encargo del Rey de intentar formar un gobierno. La lógica de los estrategas populares es que lo mejor es dejar pasar los días con el menor ruido posible, ver cómo sus adversarios -especialmente, Pedro Sánchez- se estrellan en sus intentos de alcanzar una mayoría y aprovechar la última oportunidad en las nuevas elecciones de junio.

LA PACIENCIA SE AGOTA

Para que la operación le salga bien a Rajoy hacen falta dos cosas. La primera, que la paciencia de los ciudadanos no se agote -riesgo al que alude, por cierto, el diario neoyorquino- ante la nueva tanda de escándalos de corrupción y ante esta nueva versión de la política de plasma. Y la segunda, que la abstención, que previsiblemente aumentará tras una legislatura fallida, les juegue una mala pasada a las fuerzas de izquierda y el PP pueda sumar con Ciudadanos.