Amenazas medioambientales

Alimentos, metano y cambio climático

Las explotaciones agrarias y ganaderas influyen decisivamente en la emisión de este gas que daña la atmósfera

Una granja de vacas en Vallfogona de Balaguer.

Una granja de vacas en Vallfogona de Balaguer. / RAMON GABRIEL

MARIANO MARZO

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El metano es un gas incoloro e inodoro, muy inflamable y explosivo (como bien saben los mineros del carbón con el temible grisú) que se encuentra tanto en el interior de nuestro planeta como en sus envolturas fluidas más externas. Este gas es inyectado a la atmosfera a partir de emanaciones naturales procedentes, entre otras fuentes, de volcanes, sedimentos y rocas sedimentarias cargadas de hidrocarburos, el permafrost de las regiones árticas, humedales, embalses, lagos, ríos, incendios forestales y la actividad intestinal de animales.

Y también es introducido a la atmosfera por la acción humana, muy especialmente a partir de la explotación, transporte y uso de combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas natural), la combustión de la biomasa y los procesos de descomposición bacteriana de la materia orgánica en vertederos, plantas de tratamiento de aguas residuales y en las explotaciones agrícolas y ganaderas. Diversos estudios consideran que, aproximadamente, algo más de la mitad de las emisiones de metano a la atmosfera terrestre son de origen antropogénico.

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El metano tan solo constituye el 0,00018% de la atmósfera terrestre, en comparación con el 0,039% del dióxido de carbono (CO2) lo que significa que este último gas es unas 200 veces más abundante. Sin embargo, los científicos responsabilizan a las emisiones de metano de una sexta parte del actual proceso de calentamiento global, ya que aunque su volumen es menor que el de CO2, su potencial como gas de efecto invernadero es mucho mayor.

POTENCIAL ALTO DE CALENTAMIENTO GLOBAL

Así, durante un periodo de 20 años, una tonelada de metano tiene un potencial de calentamiento global que es 84-87 veces superior al del CO2, aunque en el transcurso de un siglo dicho factor se reduce a 28-36, debido a que en el plazo de una década el metano es en buena parte eliminado del aire por una serie de reacciones químicas, mientras que el CO2 persiste en la atmosfera durante mucho más de un siglo.

Sin duda, la concentración de metano en la atmosfera terrestre es una importante variable a tener en cuenta en el tema de la lucha y mitigación del cambio climático. De hecho, parte del interés que en la actualidad existe sobre este gas se debe a que una reducción de sus emisiones podría desacelerar el calentamiento durante las próximas décadas. Por supuesto que esto no nos libra de la obligación de reducir el CO2, sin embargo, debemos tener muy claro que los beneficios de esta última acción serán perceptibles a mucho más largo plazo que la anterior.

La evolución a escala secular  del contenido de metano en la atmosfera es clara. Los datos muestran cómo la concentración de este gas permaneció relativamente estable durante cientos de miles de años (800.000 como mínimo) para luego, a partir de 1750, iniciar un frenético ascenso que ha continuado hasta nuestros días. La razón de esta gráfica en forma de 'palo de hockey tiene fácil explicación.

COMBUSTIBLES FÓSILES

Durante el intervalo de tiempo considerado, las emisiones procedentes de fuentes naturales no han sufrido grandes cambios, pero no sucede lo mismo con las antropogénicas. La utilización masiva de los combustibles fósiles, iniciada con la revolución industrial, ha posibilitado un crecimiento económico y demográfico sin precedentes, que a su vez ha comportado un aumento exponencial de las actividades agrícolas y ganaderas, de los residuos asociadas a estas, así como una creciente dependencia de los hidrocarburos que en estos momentos representan algo más del 80% de la energía primaria utilizada por la humanidad.

Utilizando técnicas de análisis isotópicos, un equipo de científicos ha obtenido recientemente unos interesantes resultados. Estos muestran que con anterioridad a 1999 el incremento de la concentración de metano en la atmósfera parece estar mayoritariamente ligada a emisiones derivadas del uso de combustibles fósiles. Sin embargo, con posterioridad a dicha fecha esta fuente parece perder relevancia frente a otras de origen biológico. Todo apunta, a que la actividad agrícola y ganadera, ligada a la producción de alimentos en un mundo globalizado, está teniendo una importante incidencia en el aumento de la concentración de metano atmosférico.

Las evidencias científicas disponibles apuntan a que en el tema del cambio climático, los balances del carbono -y los esfuerzos de mitigación- deben considerar y monitorizar con atención la expansión de la agricultura y la ganadería, particularmente si la tendencia actual hacia un mayor consumo de carne sigue consolidándose.