Colau en el 11-S

El 'colauismo' puede y debe matizar, reinterpretar y ofrecer versiones o rutas alternativas al independentismo, pero no se puede oponer a él

La alcaldesa Ada Colau.

La alcaldesa Ada Colau.

XAVIER BRU DE SALA

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Rabell Coscubiela han hecho la cama a Ada Colau. Después de la pelea de este verano con los independentistas se han arruinado las posibilidades de un gobierno alternativo de izquierdas. Nadie confiaba en un solo acierto de Rabell, porque en el Parlament remeda la figura del pulpo en el garaje y saldrá de él tal como llegó, sin saber dónde yacen los demonios de la política ('beatus ille'). Pero no me lo esperaba de mi compañero de instituto Coscubiela, que arrastra mucha y muy buena mili sindical y política. 'Coscu', cegado por el bazo, ha mordido el anzuelo con el formidable impulso de una lubina.

Coscubiela, que sabe de la existencia del catalanismo popular, ha hecho un gran favor al 'soleturismo' (el catalanismo es burgués y punto) justo cuando entona el canto del cisne. En vez de preparar el terreno y mirar de aumentar la ambigüedad del independentismo avanzando hacia la república catalana, se ha cargado el proceso constituyente. Todo por un calentón ante la maniobra unilateralista de JxSí y la CUP.

El desastre es irreparable. Colau, que no tiene nada de 'putaramoneta', se proponía unir un mundo de grupitos y grupúsculos inoperantes, alejados del poder o como mucho subalternos hasta que ella llegó. Si tenemos en cuenta que la principal característica de Iniciativa, el pez menos pequeño, es no haber presentado jamás una iniciativa de cierta envergadura, y si no olvidamos que multitud de excomunistas se proponen enterrarse aferrados a la hoz y el martillo, entenderemos las dificultades hercúleas de la tarea. La palabra es fracaso.

Si existe voluntad de poder, es estúpido ignorar desde la izquierda alternativa que el independentismo reúne cerca del 50% de los votos catalanes. Colau asistirá a la manifestación de la Diada, la del RUI, porque la han dejado sola. No puede contar con Podemos porque en España se adentra, por no decir se hunde, en la marginalidad. Tampoco con CSQP porque se ha transformado en un esquimal perdido en el desierto. Solo le quedan los suyos, los 'comuns', y aún no todos.

El mundo de Colau puede y debe matizar, reinterpretar y ofrecer versiones o rutas alternativas al independentismo, pero no se puede oponer a él bajo pena de ser convertido en un satélite del unionismo rampante. Recordemos que Maragall (san Maragall 'forever') amamantó a los cachorros babélicos (luego C's) hasta que, llegada la oportunidad de liderar el catalanismo, los dejó secos (y por lo visto muy sedientos). Si no intenta encabezar el catalanismo con una versión actualizada del Nou Estatut de Maragall, que hoy, con el increíble aumento de las apuestas (quién sabe hasta qué punto de farol), sería un tipo de independentismo transformador y condicionado, Colau no tendrá nada que hacer en el Parlament. En consecuencia, correrá un riesgo muy serio de perder Barcelona.