La fiesta nacional de Catalunya

11-S: ganemos soberanía popular

La Diada ha de servir para alumbrar un soberanismo amplio, integrador y con vocación constituyente

diada onze de setembre

diada onze de setembre / periodico

GERARDO PISARELLO

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El 11-S, una amplia mayoría de catalanes y catalanas, de nacimiento y de adopción, recordamos la supresión por la fuerza de libertades y de instituciones de autogobierno muy preciadas. Y rememoramos, también, la legítima resistencia a estos actos de arbitrariedad y menosprecio.

Querríamos que 1714, como 1652 o 1939, evocara un pasado oprobioso que sin embargo no ha conseguido hacer mella en el presente. Por desgracia no es así. Una vez más, la Diada transcurrirá este año en el contexto de una fuerte regresión centralista y autoritaria y de un profundo ataque contra libertades y derechos sociales elementales.

Y la tendencia no es nueva. Al amparo de las imposiciones de la troika europea, el Gobierno del PP lleva años abanderando un proceso de recentralización, privatizaciones y recortes sociales y laborales que está vaciando el sentido del autogobierno en diferentes escalas, comenzando por la municipal. Muchas de las expresiones legítimas de rechazo han sido objeto de reacciones arbitrarias y criminalizadoras. A menudo, los tribunales y las propias fuerzas de seguridad han sido instrumentalizados para bloquear las críticas al régimen heredado de 1978, y de manera señalada, para evitar que la ciudadanía de Catalunya sea escuchada.

El acuerdo entre el PP y Ciudadanos y el propio discurso de Rajoy en la sesión de investidura son otra prueba de esta deriva. Confirman la vocación centralista y antisocial de las principales fuerzas de derechas de ámbito estatal. Y encierran una nueva amenaza, no solo a las políticas de inmersión lingüística o al autogobierno de Catalunya, sino a la autonomía y a las singularidades de los diferentes pueblos y territorios del Estado.

UN FUTURO CON LIBERTAD Y SIN AMENAZAS

La Diada es una ocasión para denunciar este embate y exigir respeto. Para conmemorar el significado de la revuelta en defensa del régimen constitucional violentamente suprimido tras 1714 (un régimen representativo y de libertades con claras potencialidades democráticas, como han explicado los historiadores Eva Serra o Josep Fontana). Pero para defender, también, en las instituciones y en las calles, el derecho actual del pueblo de Catalunya a poder decidir su futuro con libertad y sin amenazas.

No es la primera vez que pasará. Este 11-S se cumplen 40 años de la gran Diada unitaria de Sant Boi de Llobregat. Aquel acto de 1976 congregó a buena parte de las clases medias y del movimiento obrero antifranquista, integrado por numerosos trabajadores y trabajadoras nacidos fuera de Catalunya. Y dejó algo claro: que cuando las clases populares se organizan, son las mejores defensoras de las libertades sociales y nacionales.

A diferencia de la Transición, sin embargo, los reclamos de hoy no pueden situarse ya en el terreno del autonomismo. Años de leyes, decretos y sentencias centralistas, uniformizadoras, han convertido al Estado autonómico en un enfermo terminal, imposible de reanimar. Por eso, los actos de la Diada deben servir para impugnar las políticas autoritarias del PP. Pero sobre todo para alumbrar un nuevo soberanismo: amplio, integrador, con vocación constituyente y con inequívocas convicciones republicanas.

GESTOS DE ESCASOS EFECTOS PRÁCTICOS

Construir el posautonomismo no puede consistir en diseñar hojas de rutas excluyentes y permanentemente recalentadas a golpe de gestos de escasos efectos prácticos. Al contrario, exige romper ya con las políticas antisociales, con la corrupción, y comenzar a construir soberanía real. El impulso de nuevas políticas cotidianas es lo que generará las alianzas y la fuerza social necesarias para conquistar espacios de soberanía política, económica, ecológica y cultural. Y es, también, lo que permitirá implicar a la gran mayoría de la sociedad catalana en un debate constituyente, por otro modelo de país, y en la defensa de un referéndum con plenas garantías y reconocimiento suficiente.

Francesc Pi i Margall, padre del republicanismo federal de libre adhesión, escribió que en el fuego de 1714 «ardieron no solo las instituciones de Catalunya, sino también la libertad de España». Muchos de los derechos que se reclaman desde Catalunya son singulares. Pero muchos son los mismos derechos que millones de mujeres y hombres exigen en diferentes rincones del Estado, de Europa y del mundo. Por eso, si esos reclamos son desoídos o reprimidos, será la libertad de muchos, y no solo la de los catalanes, la que padecerá.

Un 11-S soberanista ha de ser, en suma, también internacionalista y fraternal (no en vano coincidirá con el recuerdo del golpe de Estado de 1973 en Chile y de las esperanzas abiertas por el Gobierno de la Unidad Popular). Porque la única forma de conquistar la propia libertad es luchando por la libertad de quienes no la tienen. Y eso solo puede hacerse de manera fraterna, solidaria, con todos los pueblos y personas que hoy se rebelan contra la injusticia, contra el mal gobierno político y económico, en defensa de la igual dignidad de todos.