Un hipnótico 'Quartett' sacude al Liceu

El público aplaude el metafórico montaje de La Fura de la ópera de Luca Francesconi sobre 'Las amistades peligrosas'

La ópera violenta, sexual y blasfema 'Quartett' llega al Liceu

La ópera violenta, sexual y blasfema 'Quartett' llega al Liceu

CÉSAR LÓPEZ ROSELL/BARCELONA

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Una experiencia sensorial y sonora impactantes. El estreno en el Liceu de ‘Quartett’, ópera de Luca Francesconi basada en la versión teatral de Heiner Müller de ‘Las amistades peligrosas’ de Choderlos de Laclos, sacudió la noche del miércoles al Gran Teatre. En este nuevo éxito de la ópera contemporánea, tras el memorable ‘Written on Skin’ de Walter Benjamin, tuvo mucho que ver la magia visual del hipnótico montaje de Àlex Ollé de La Fura, apoyándose con gran sentido escénico en la contundencia de un texto violento, sexual y blasfemo y en una música creada al servicio del clímax de la perversa trama de seducción.

Los reiterados aplausos, con algunos bravos y sin ninguna protesta, del final de la función dejaban claro que el público transversal, con muchos jóvenes en la sala, que había asistido a la ‘première’ aprobaba la propuesta. Y ello, a pesar de algun claro en las localidades, invita a insistir en este tipo de ofertas también como forma de ganar nuevos espectadores. “Esto no es Puccini, pero me ha interesado como concepto global de espectáculo”, señalaba un liceísta de los que no se pierde ningún evento.

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Esta valoración contrasta con la de quienes antes de la representación mostraban sus reservas. Del “a ver que pasará” al resignado “está bien que el Liceu programe de vez en cuando montajes de este tipo” se oyeron opiniones de todos colores. Pronto se demostró, a pesar de que siempre cuesta asumir los nuevos lenguajes musicales, que ‘Quartett’ iba a seducir por la buena factura de la producción e incluso los más escépticos acabaron admitiendo que poco a poco se habían ido familiarizando con las atmósferas de una partitura atonal con incursiones de música electrónica.

El montaje consigue poner el acento en la miseria moral de unos personajes que viven encerrados en la dinámica de su solitario y destructivo vacío existencial, representativo de los comportamientos de la decadente clase alta. La caja escénica flotante diseñada por Alfons Flores, inspirada en un búnker y sostenida por 600 cables, es el marco idóneo para desarrollar esta potente metáfora. En tan claustrofóbico espacio se se sitúa la prisión emocional de los libidinosos protagonistas, los examantes Marquesa de Merteuil y Vizconde de Valmont, que acaban desdoblándose la primera en Valmont y tambien en la virginal Cécile de Volanges, y el segundo en su seducida Madame Tourvel, en un fascinante juego de espejos.

En ese interior se desata su comportamiento caníbal, expresado sobre todo en los latigazos de sus diálogos, más que en las escenas de sexo explicítas. Allí se sienten a salvo del mundo exterior, aunque acabarán autodestruyéndose hasta llegar a la muerte. El milimétrico ensamblaje con los vídeos, de Franc Aleu, en el exterior de la caja, mostrando los sueños y pesadillas de los protagonistas y las imágenes de vida cotidiana y naturaleza, solo apoyadas por la música, completan una puesta en escena de espectacular minimalismo y dotada de una iluminación mágica.

El barítono Robin Adams y la soprano Allison Cook se multiplican en un intenso y brillante trabajo dramático y vocal, con giros que llegan hasta el falsete. La reducida orquesta de la casa se fusionó con los sonidos pregrabados y tratados por el IRCAM de París en un complejo diálogo muy bien resuelto por la dirección de Peter Rundel. Muy interesante.