Muñoz Molina vuelve a Lisboa

El escritor mezcla en 'Como la sombra que se va' su peripecia personal con la huida a la capital potuguesa del asesino de Luther King

Antonio Muñoz Molina, ayer en Madrid.

Antonio Muñoz Molina, ayer en Madrid.

JUAN FERNÁNDEZ / MADRID

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Algunos lugares albergan magnetismos que permiten viajar en el tiempo con una simple evocación. Para Antonio Muñoz Molina (Úbeda, Jaén, 1956), Lisboa es uno de esos sitios que parecen trascender la casuística de los mapas. Aquí huyó en 1968 el asesino de Martin Luther King, James Earl Ray, con la esperanza de lograr un visado para escapar a Angola, y a esta misma ciudad llegó el autor 19 años más tarde en busca de inspiración para escribir El invierno en Lisboa, la obra que lo consagró como novelista. Esta coincidencia está en el origen y el desarrollo de Como la sombra que se va (Seix Barral), su última novela, que acaba de llegar a las librerías.

Como si siguiera el curso azaroso de una enredadera, el autor trenza en el libro la historia de Ray con la suya personal, apoyándose en la vasta documentación que hay acumulada sobre el asesinato del líder afroamericano y en los recuerdos de su inmersión lisboeta de finales de los años 80. Los saltos en el tiempo y los cambios de voz narrativa son continuos a lo largo de las 527 páginas del libro.

ESCRIBIR SIN PLAN / No es casual este zigzagueo, sino buscado. Muñoz Molina reconoce que ha tenido que mirarse en el espejo del tiempo para escribir esta obra y ha detectado una diferencia nuclear entre aquel y este novelista que tiene mucho que ver con la forma como ha planteado el libro. «Antes creía más en la estructura de la novela. Debía tener un principio y un desenlace. Ahora siento que escribir es dejarte llevar a ciegas de forma azarosa, huyendo de cumplir un plan previamente trazado», dice a cuento de una narración en la que él es un protagonista más del reparto y donde su indagación tras los pasos de Ray en Lisboa y en Memphis, la ciudad donde cometió su famoso asesinato, constituye una parte fundamental de la trama.

«Uno no escribe novelas sobre lo que le preocupa. Para eso escribe ensayos. La novela la haces sobre lo que no entiendes y te conmueve», razona el escritor. En su caso, había un doble vínculo personal con esta historia: a su «obsesión» por Martin Luther King y el movimiento de los derechos civiles en Estados Unidos, del que se declara admirador, se unían algunas paradojas de su biografía: su hijo Arturo, a cuya casa de Lisboa acude ahora el autor para documentarse, nació mientras él buscaba inspiración en esta misma ciudad hace 27 años. «No tenía previsto que mi pasado estuviera tan presente en la novela pero, casi sin buscarlo, me he visto obligado a hacer un examen de conciencia y a preguntarme cómo era yo entonces y cómo soy ahora», confiesa el autor.

Adelantándose a las inquietudes que una mirada tan personal de la novela pueda generar en sus lectores, Muñoz Molina avisa: «Mis mayores héroes literarios son los que escribieron con total libertad, atreviéndose a cambiar de voz cuando lo vieron conveniente a lo largo del relato y a saltar de escenario cuando les apeteció. Si la vida no tiene un plan, menos lo puede tener una novela».