CONCIERTO EN LUZ DE GAS

Tori Sparks, fusión con instinto

La cantante y guitarrista estadounidense, residente en Barcelona, estrena 'La huerta', un disco de encuentro con el flamenco que contiene canciones propias y adaptaciones de Camarón y Led Zeppelin

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JORDI BIANCIOTTO / BARCELONA

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Primero fue ‘El mar’ (2014) y, ahora, ‘La huerta’, un disco en el que Tori Sparks desarrolla la fusión de su tradición de ‘singer-songwriter’ a la americana con palos flamencos, brindando su hermosa voz nacida en Chicago y curtida en Nashville a canciones con sabor del sur. La cantautora lo ha grabado con los integrantes de Calamento y la guitarra eléctrica de El Rubio, cómplices con los que contará este jueves en Luz de Gas (21.00 horas).

Es su segundo disco elaborado en Barcelona, donde vive desde el 2011, si bien cuenta con otros cuatro cocinados en Estados Unidos. Sparks estudió guitarra en Granada y asume su aproximación al flamenco como un diálogo tan legítimo como el que en otros tiempos pudo practicar con el blues. Por eso la palabra fusión no está fuera de lugar. “Así nadie puede malinterpretar lo que hago, ya que no soy una artista flamenca igual que he cantado blues sin ser negra”, argumenta. Al principio tuvo sus temores. “Pensaba: ‘¡me van a echar del país!’”, confiesa riendo.

ENTRE PLANTAS EXÓTICAS

‘La huerta’ aparece envuelto en un colorista diseño de la artista rumana Aitch, con una portada que muestra un corazón envuelto por plantas y flores de aspecto exótico. Alude a “una huerta que representa la vida, en la que has ido plantando tus semillas y donde luego has de convivir con los frutos, aunque sean malas hierbas”, explica. La canción titulada así, ‘La huerta’, “habla de una relación en la que ya no crece nada: solo quedan las cenizas. ¡Muy optimista!”, bromea. “Pero el mensaje es de que, sea lo que sea lo que hayas vivido, lo superarás”.

Dominan el disco las canciones propias, en castellano e inglés, que conviven con adaptaciones de piezas como ‘Nature boy’, estándar de 1948 grabado por Nat King Cole; ‘La leyenda del tiempo’, de Camarón; ‘Veinte años’, de la cubana María Teresa Vera, o el tótem rockero ‘Kashmir’, de Led Zeppelin, con sus perfiles orientales procesados con guitarra flamenca e incorporando ritmos de soleá y tangos. Un asalto audaz. “Pero hay que afrontar las cosas con decisión y, si no, quédate en casa. Si no hiciéramos algo por temor a no gustar, mucha buena música no existiría”, razona.

SIN METÁFORAS GASTADAS

Aunque su propuesta se prestaría a ello, Sparks no recurre a la retórica promocional de las fusiones: la música como lenguaje universal, las metáforas sobre los puentes que cruzan fronteras… “No hablo en esos términos. Esos conceptos, como el amor o el sufrimiento, son tan grandes y universales que lo mejor es que tu trabajo hable por sí mismo”, señala, y confía en que el público vea en ‘La huerta’ que “el grupo ha sufrido una evolución y que la propuesta es más atrevida”.

Su apuesta de estos últimos años lo ha sido: cambio de país, de lengua y reinvención de su estilo. Casi nada. “Me gusta que lo diga porque a veces hay quien piensa que lo mío es como un capricho”, ríe. “Pero las decisiones más serias de mi vida me han tomado menos tiempo que las más banales. Vine a España siguiendo mi instinto”, reflexiona. Y espera haber creado una expresión musical, si no nueva, sí única. “Y que cuando tenga 90 años me diga: ‘ahí hicimos algo muy nuestro’”.