PROTECCIÓN DEL MEDIO AMBIENTE

Las depuradoras catalanas tratan ya el 97% de las aguas residuales

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ANTONIO MADRIDEJOS / BARCELONA

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En los años 70, el color de muchos ríos catalanes variaba en función de la actividad de las empresas que directamente, sin tratamiento previo, vertían sus residuos al cauce. En ocasiones era posible observar tanto en el Llobregat como en el Besòs acumulaciones de espuma de más de un metro de grosor. La vida había desaparecido en muchos tramos… La situación en la actualidad es otra: perfecta no, pero sí diametralmente opuesta.

Si el cambio ha sido posible es gracias a un enorme esfuerzo económico, técnico y humano, fundamentalmente a partir de 1990, cuyo máximo exponente ha sido la construcción de 500 depuradoras, exactamente 500, que han permitido depurar las aguas residuales antes de su regreso al río. La última se inauguró la pasado fin de semana en Capçanes, un pequeño municipio del Priorat con 400 habitantes.

“Ha sido un esfuerzo infinito, pero finalmente hemos logrado que el 97% de la población catalana disponga de sistemas de tratamiento”, destaca Jordi Agustí, director de la Agència Catalana de l’Aigua (ACA), dependiente del Departament de Territori de la Generalitat. Ya no queda ni un pueblo de más de 2.000 habitantes sin depuradora. Faltan mayoritariamente en núcleos aislados, con una media de 300 habitantes, varios de los cuales son urbanizaciones. Aunque no serán grandes obras, la ACA calcula que para completar el 3% que falta serán necesarias unas mil "microsoluciones".

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Una vez satisfechas las demandas de los grandes municipios, las prioridades están cambiando. "El 65% de nuestro presupuesto inversor ya no es para nuevas depuradoras, sino para modernizar o ampliar las ya existentes, o incluso para aplicar sistemas terciarios [tratamientos para permitir la reutilización del agua, incluso para el consumo]", prosigue Agustí.

Las cinco primeras depuradoras se inauguraron en 1974 en Begur, Cadaqués, Colera, Roses y Portbou bajo el impulso del Consorci de la Costa Brava y la incipiente industria turística, que aspiraban a tener unas playas impecables. Por aquel entonces, los efluentes domésticos no se trataban y, previo paso por el alcantarillado, acababan en ríos y en el mar. "Nuestros ríos eran auténticas cloacas a cielo abierto -rememora Agustí-. El 'boom' turístico cambió esta concepción". Hasta los años 90 estaba prohibido el baño en numerosas playas por diversos problemas de contaminación.

Sin embargo, en el resto de Catalunya se avanzó más lentamente. Por ejemplo, antes de la gran transformación derivada de los Juegos Olímpicos, la ciudad de Barcelona aún arrojaba sus residuos al mar directamente, a través de un emisario submarino. Durante la década de los 90 del pasado siglo, con la transferencia de las competencias hidráulicas a la Generaliat y la posterior creación de la ACA, bajo el impulso del 'conseller' Albert Vilalta, se decide actuar con decisión y se impulsa el saneamiento de las grandes aglomeraciones urbanas. La primera planta inaugurada en esta fase fue la de Vic, en 1991.

Las depuradoras se han podido construir gracias a la creación del canon del agua, antes canon de saneamiento, un tributo que pagan los ciudadanos. Y gracias al acuerdo de todos los partidos, destaca Agustí: "El Gobierno de la Generalitat ha cambiado varias veces de color y se ha seguido apostando por lo mismo. Creo que somos un referente".

El esfuerzo inversor se redujo a partir del 2006, una vez concluidas las dos grandes actuaciones en materia de depuración: las ampliaciones de las plantas del Besòs y el Llobregat. En el 2007, la gran sequía obligó a cambiar de prioridades y se invirtió esencialmente en la gran desalinizadora de El Prat y en la ampliación de la de Blanes, así como en la recuperación de 300 pozos. Las dificultades económicas de la ACA, en gran parte motivadas por el esfuerzo inversión de las dos décadas anteriores, han frenado en los últimos años el esfuerzo inversor. Pese a todo, el año pasado se inauguraron plantas y este año serán una decena más. El canon se destina ahora esencialmente al mantenimiento de las explotaciones y a amortizar la deuda.

"Lugares como el delta Llobregat se han convertido hoy en espacios con una gran riqueza medioambiental y biodiversidad y con unas playas muy concurridas. El río Besòs ha experimentado una gran mejora ambiental, social y paisajística que lo ha convertido en un gran parque fluvial, recuperado para el uso lúdico y ciudadano", destaca el driector de la ACA. "Hemos de seguir luchando para que los ríos sean ríos, para que podamos distrutar de ellos, para que se recuperen los paisajes fluviales", concluye.

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