Es la hora de Europa: 60 años de la UE

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El pasado sábado, 25 de marzo, se cumplían 60 años de la firma de los Tratados de Roma que supusieron la puesta en marcha del proyecto común más importante que se ha llevado a cabo por estados europeos. Nació con la finalidad de promover la paz, recuperar la hegemonía política y económica en el mundo y defender el sistema democrático.

La historia de los pueblos europeos ha estado marcada por las guerras y los conflictos entre países. Nunca antes un grupo cada vez mayor de estados y países europeos vivieron una paz tan duradera y trabajaron juntos con objetivos comunes hacia un mayor bienestar para la ciudadanía. Por esta razón, hay que felicitarse por estos primeros 60 años y hay que desear que, el 25 de marzo, Roma marque la aceleración en la misma línea.

Sin embargo, Europa está pasando por el peor momento desde su creación. La Unión Europea ha conocido muchas crisis, pero la acumulación de crisis actual no tiene precedente. El mundo actual se encuentra inmerso en una fase de cambio, transformación y enorme desorden, pero sobre Europa parece haberse desencadenado la gran tormenta. Y lo que es peor: no es fácil entrever cuál es el camino más acertado para recuperar el rumbo.

Amenaza para los valores democráticos

En los últimos 10 años, la austeridad que siguió a la crisis financiera ha frenado las inversiones, aumentado las desigualdades y ha colocado contra la pared el modelo social en el que se basaba el discurso europeo. Los ciudadanos estamos inquietos y asustados. Las altas cifras de desempleo, las consecuencias de los avances tecnológicos que harán imposible a gran parte de la población conseguir un empleo a lo largo de su vida, los conflictos bélicos que nos rodean y que ponen en grave peligro nuestra seguridad y la aparición de grupos políticos de tendencia nacionalistaautoritaria xenófoba amenazan los valores democráticos de la moderna civilización europea. La propia Unión Europea está puesta en cuestión.

Tres acontecimientos dan una clara muestra de la engorrosa situación en la que se halla Europa. El primero es la crisis de los refugiados, que pone en entredicho los valores y la solidaridad sobre los que se asienta el proyecto europeo. En segundo lugar, el Brexit, que fragmenta el mapa europeo y ha provocado que, por primera vez desde su creación, se aleje un estado miembro. Y en tercer lugar, la llegada de Donald Trump a la presidencia de los EEUU de América, que tendrá consecuencias sobre el conjunto de las relaciones exteriores, afectando tanto a la política comercial, uno de sus mayores éxitos, como a la política de defensa y seguridad.

Frente a esta situación, y aprovechando el 60 aniversario de la fundación del proyecto de integración europea, los ciudadanos deberían reclamar a los responsables políticos que sean conscientes de que, en el actual contexto, necesitamos un gobierno europeo que sostenga nuestros valores comunes y contribuya a resolver los conflictos mundiales que amenazan la humanidad. El mundo necesita una Europa cosmopolita y abierta al exterior capaz de establecer una gobernanza mundial más eficaz y democrática.

Nuestros dirigentes políticos tienen que saber que ser europeo es, ante todo, poseer una cierta idea de la humanidad. Consiste en participar de una misma concepción de los derechos humanos y reconocer que esta concepción otorga el poder al pueblo soberano a través de la elección de sus representantes, a la vez que defiende la libertad. Ser europeo es rechazar las desigualdades, las discriminaciones, la pena de muerte. Es, también, disponer de una justicia independiente y de unos medios de información que se expresen en libertad. Y también es, por supuesto, un derecho universal como el de asilo. Todos estos derechos y estas libertades están hoy en peligro en muchos de los estados miembros de la Unión.

Un arte de vivir

El exprimer ministro francés Manuel Valls decía recientemente que ser europeo también es un arte de vivir. Sin duda la cultura es la lengua común de Europa, pero nuestro arte de vida es también nuestro modelo social y político.

En consecuencia, es necesario hacer renacer Europa y hacerla más eficiente. Para ello, hay que restablecer la democracia en su totalidad, a la vez que el modelo social que la ha visto crecer. Una democracia que haga realidad, cuanto antes, que los hombres y mujeres de Europa puedan elegir un gobierno federal que sea responsable ante el Parlamento Europeo.