FIN DE UNAS MANIFESTACIONES ICÓNICAS

Los paraguas se cierran

El desmantelamiento 8 Un grupo de trabajadores retira las barricadas cerca de la sede gubernamental de Hong Kong, ayer.

El desmantelamiento 8 Un grupo de trabajadores retira las barricadas cerca de la sede gubernamental de Hong Kong, ayer.

ADRIÁN FONCILLAS / PEKÍN

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El decano de la Universidad Baptista de Hong Kong detuvo este fin de semana la formalísima ceremonia de entrega de diplomas cuando un estudiante se acercó a recibirlo con un paraguas amarillo y otros compañeros abrieron los suyos. Es de los últimos estertores de la revolución que dos meses atrás sacó a 100.000 manifestantes a la calle.

El puñado que resistía ayer frente a la icónica Torre Citic, un edificio de oficinas de 33 plantas, asumió con la resignación de lo inevitable la llegada de decenas de alguaciles. Cargaron las barricadas y las vallas en un camión mientras los estudiantes arrastraban sus tiendas de campaña, colchones y almohadas a zonas vecinas en Admiralty, la principal área de protestas.

El Gobierno ha aprendido la lección. Antes había encargado el desalojo a policías y, según los estudiantes, a matones de la mafia. Los golpes recibidos por los manifestantes solo habían conseguido engordar el movimiento. Pero ante probos funcionarios que cumplen fríamente las órdenes judiciales sería descortés intercambiar guantazos.

El hastío ha desinflado unas protestas que nacieron con el objetivo utópico de que Pekín permitiese unos comicios con la libre elección de candidatos y sin el filtro previo en 2017. El tiempo solo ha acentuado la certeza. Los estudiantes, frustrados por la falta de interés y capacidad del Gobierno de la excolonia para negociar sus reclamaciones, han puesto su objetivo en Pekín. Ocurre que sus líderes no han llegado a la capital porque sus permisos de entrada han sido revocados.

Una reciente encuesta muestra que el 67% de los hongkoneses quieren que los estudiantes se vayan a casa y dejen de incordiar. Sin apoyo ciudadano, agotada la atención mediática global y con un manojo de estudiantes en las calles, los líderes carecen de mucho margen de maniobra.

Se necesitarán años para certificar el único éxito posible de la revolución: que los jóvenes que levantaron paraguas durante ese despertar democrático hayan conseguido mutar el tradicional ADN pragmático de la excolonia.