CRISIS DE VALORES EN LA UE
Un cinturón ultra irrumpe en el Este de Europa
La crisis de los refugiados relanza a los partidos populistas y xenófobos
Carles Planas Bou
Periodista
Periodista tecnológico entre el mundo digital y la política internacional. Centrado en capitalismo de plataformas, IA, vigilancia y derechos digitales. Excorresponsal en Berlín durante más de cuatro años, cubrió los gobiernos de Merkel, la crisis de los refugiados y el auge de la extrema derecha. También ha trabajado en Europa Central y en Canadá. Graduado en Periodismo por la URL y máster en Relaciones Internacionales por la UAB. Ha colaborado con TV3, TVE, Deutsche Welle, Catalunya Ràdio, El Orden Mundial o El Salto.
CARLES PLANAS BOU / BERLÍN
Europa ha despertado su cara más oscura. Más de medio año después de que empezase a golpear el continente, la masiva llegada de refugiados ha propulsado el discurso del populismo xenófobo. A pesar de intentar liderar una respuesta comunitaria, Alemania se ha quedado sola y la Unión Europea ha terminado mimetizando la mano dura de aquellos estados que han actuado unilateralmente para evitar que el flujo migratorio llegue a su territorio.
El primero en tomar la iniciativa fue Hungría. Mientras Alemania y Austria abrían sus puertas a las decenas de miles de personas, Viktor Orbán dio la espalda a las directrices de Angela Merkel y construyó una valla en su frontera sur. El primer ministro húngaro fue duramente criticado por la élite política europea pero su retórica ultranacionalista y conservadora ha tenido su efecto en los Balcanes. Eslovenia, Croacia, Serbia, Macedonia y la Republica Checa se unieron en su esfuerzo por limitar la llegada de refugiados.
CONTRA LOS REFUGIADOS Y LA UE
Todos los dirigentes, líderes políticos, partidos y movimientos ciudadanos de la derecha más agresiva han articulado un doble discurso que carga contra la supuesta invasión étnica y religiosa de los refugiados y contra el stablishment de Bruselas. Eso hace que en la mayoría de casos esas organizaciones sean etiquetadas tanto de islamófobas como de euroescépticas. “Se ha roto el mito de los años 30, el auge de la ultraderecha no se debe a una mayor inmigración y a un mayor impacto de la crisis económica”, resalta Xavier Casals, doctor en Historia Contemporánea y especialista de la ultraderecha.
Más allá de Hungría, el caso que mejor ilustra esa deriva autoritaria es Polonia. El 25 de octubre los ultraconservadores de Jaroslaw Kaczinski obtuvieron la mayoría absoluta y empezaron la depuración de críticos en las instituciones públicas y la reforma para controlar el sistema judicial. A su ferviente antieuropeísmo y homofobia hay que sumarle un durísimo discurso xenófobo. “Traen parásitos que portan enfermedades”, llegó a asegurar el líder nacionalista sobre los refugiados. Dibujar el Islam como una amenaza a la seguridad de los polacos está surgiendo resultado en el país más católico y homogéneo de Europa.
Más al sur, los recientes comicios en Eslovaquia, donde la ultraderecha y los neonazis han alcanzado altas cuotas de poder, muestran que esa deriva va para largo. Ambos países tienen unas cifras de inmigración escasas.
EFECTO DOMINÓ EUROPEO
El auge de la ultraderecha ha tenido un efecto dominó en casi todos los países de la Unión Europea, siendo tan sólo España, Irlanda, Portugal y Chipre los únicos estados miembros en los que ese fenómeno no ha tenido un impacto contundente. La radicalización y el auge del populismo xenófobo no es sólo patrimonio del este europeo.
El epicentro del continente ha visto como, en diferente grado, dos de los países que abrieron sus brazos a los refugiados han adoptado una posición cada vez más dura. Presionado por la influyente ultraderecha, Austria ha dado un giro radical a su visión hasta limitar la entrada de solicitantes de asilo y anunciar el levantamiento de una valla en la frontera. Alemania ha sufrido un desplazamiento más gradual. La voluntad de Angela Merkel de liderar una respuesta comunitaria solidaria ha topado con una fuerte oposición externa en Bruselas e interna dentro de sus filas. El auge de la ultraderecha alemana, AfD, amenaza ahora a la canciller con robarle el voto de la derecha más recalcitrante.
Al norte, los países escandinavos han puesto en jaque su reputación de progresistas al aplicar medidas muy controvertidas como requisar los bienes de los refugiados para costear su estada, dificultar la reagrupación familiar o levantar vallas. Tanto en Suecia como en Dinamarca esos gestos se entienden como una pequeña victoria de la ultraderecha, que ha sacado rédito político de la incertidumbre para convertirse en una fuerza indispensable. Al oeste, incluso Francia, cuna de los derechos humanos, ve como el populismo de Marine Le Pen puede llegar dentro de poco a la presidencia.
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