UNA HISTORIA SURREALISTA

"Al carajo la madre coraje"

México no da crédito al vuelco del caso de Hugo Wallace, el joven que hizo creer al mundo que había sido asesinado

La dama 8Isabel Miranda de Wallace, la madre coraje, en una foto de archivo.

La dama 8Isabel Miranda de Wallace, la madre coraje, en una foto de archivo.

TONI CANO
MÉXICO

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El mito de la madre coraje de México se desploma como un castillo de arena. El caso de Isabel Miranda de Wallace, la mujer que incluso fue candidata a alcalde de la capital tras una feroz campaña para encontrar el cadáver de su hijo y encarcelar a los asesinos, da un vuelco espectacular. De repente, todo apunta a que Hugo Wallace, supuestamente secuestrado y descuartizado hace nueve años por unos cuates a los que enseguida señaló su madre, se sacó después otra acta de nacimiento e incluso llamó por teléfono: «Qué onda. Mira, ando hasta la madre, güey; ya sé que te fallé, pero me vale verga».

Seis jóvenes llevan años en la cárcel, cinco de ellos sentenciados a largas penas por haber troceado a Hugo con una sierra eléctrica. Tres «se autoinculparon» tras convincentes interrogatorios policiales. Todos los conocimos. Sus nombres y fotos ocuparon las enormes vallas publicitarias de la ciudad alquiladas por la madre coraje.

Las denuncias de oenegés extranjeras sobre que Hugo Wallace sigue vivito y coleando ponen de nuevo sobre la mesa todas las pruebas que la justicia ha ido dejando de lado. Aunque el caso resulta tan rocambolesco que son de prever sucesivas verdades definitivas.

«¡¿Cómo crees?!» La mitad de los mexicanos consultados por este corresponsal se quedan de piedra al oír la nueva versión del asunto. La otra mitad se olieron algo. «¿Y si es, como todo, un tema del narco?», decían muchos. Hace dos semanas, Brenda Quevedo, acusada del secuestro y asesinato de Hugo Wallace pero aún sin sentencia, presentó como prueba de su inocencia la de que él nunca murió: el acta de nacimiento que Hugo obtuvo cinco años después de que supuestamente lo hicieran picadillo.

«¡Qué barbaridad, qué clase de gente!», reacciona una vecina, la Chata. Recuerda con horror como nueve años atrás «unos malosos secuestraron al joven empresario, lo tirotearon y le hicieron otras barbaridades ahí en la calle de Perugino», a cuatro manzanas. Recuerda que a las pocas horas de que su coche apareciera abandonado, la madre ya clamaba justicia y, ante la «ineficacia de policía y fiscales», señalaba dónde mataron a Hugo e incluso a uno de los culpables. La ciudad recuerda que la dama, por ende pedagoga, se convirtió en eficaz detective y enseguida en activista de lujo a través de las vallas publicitarias en los que pedía «ayuda para encontrar al hijo».

Nadie oyó nada

Ningún inquilino oyó nada aquella noche de verano y menos una especie de moto en la bañera del vecino. Isabel Miranda presentó su versión en base a la de «uno que pasaba por allí» y al único niño del inmueble, que «oyó disparos y después vio cómo bajaban un cuerpo ensangrentado por la escalera». El niño aseguró durante el juicio que precisamente aquella noche ni siquiera durmió allí, sino en casa de su abuelita. Lo recordaba muy bien porque al día siguiente «unos señores llegaron a hacer preguntas, pero sobre una señora que no conocía».

Esta y otras pruebas, resaltadas por la revista Proceso, fueron desechadas por la justicia, mientras la verdad se imponía de forma mediática. Por ejemplo, tres meses después de su desaparición, una novia y tres amigos reconocieron la voz de Hugo en una llamada telefónica: «Qué onda, güey. Mírame, aquí pisteando (bebiendo), güey. ¿Sabes qué, güey, sabes quién me jugó…?» Su propio padre, José Wallace, dijo desde el principio que «lo ocurrido fue una desaparición y no un secuestro» y dos meses después pidió que cesaran las investigaciones. Pero los asesinos fueron cayendo. Cinco están condenados por secuestro y homicidio con un agravante por el descuartizamiento con una motosierra.

Gran figura

Isabel Miranda de Wallace se convirtió en una gran figura de la sociedad civil: la abanderada de causas justas en medio de un México sumido en la tragedia de la narcoguerra y el empoderamiento del crimen organizado. El número de secuestros sigue creciendo y, como presidenta de la organización Alto al Secuestro, ella se sienta junto a las autoridades para tratar de arreglar el país. Apenas hace dos años, estaba en plena campaña hacia la jefatura del Distrito Federal, la gran alcaldía, como candidata del entonces gubernamental Partido Acción Nacional (PAN).

El presidente de la Asociación Canadiense por el Derecho y la Verdad, David Bertet, muestra copia de documentos oficiales que revelan dobles identidades tanto del hijo como de la madre y resalta las contradicciones de unas confesiones obtenidas con torturas.  Defiende los derechos humanos de Brenda Quevedo, que lleva ocho años en varias cárceles, alguna de reos de alta peligrosidad, y ha sido torturada al menos dos veces. «Al carajo la madre coraje», dice La Chata.

Los medios evitan criticar a la leyenda viviente. Y la dama no tiene reparo en estallar contra Anabel Hernández, la primera periodista en airear los nuevos documentos del asesinado Hugo Wallace, que ahora sería Hugo Miranda Torres. «La reto a que lo pruebe», dice Isabel Miranda. «Si tiene pruebas, que las entregue ante el juzgado o la fiscalía, o públicamente, o que se las dé a la mamá de Brenda Quevedo, que es su amiga». Genio y figura en el país del surrealismo.