La carrera al Eliseo

Alejados de París

Propaganda de los candidatos a las elecciones presidenciales en Perpinyà, ayer.

Propaganda de los candidatos a las elecciones presidenciales en Perpinyà, ayer.

FERRAN COSCULLUELA

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Imagine una ciudad que solo aparece en los informativos de la televisión publica cuando bate el récord de temperatura. Que no puede disponer de una radio o una tele municipales. Un lugar en el que los principales candidatos casi nunca convocan mítines, y cuando lo hacen, ignoran sus problemas. Donde una actuación de Lady Gaga no es noticia para los medios de comunicación generales porque solo informan de los conciertos en la capital (el resto son bolos en «provincias»). Imagine que hablamos de Perpinyà o de cualquier otra gran ciudad del sur de Francia en plena campaña electoral.

Esta realidad, narrada en clave de humor por un francés que alterna su trabajo entre Girona y la capital de la Catalunya francesa puede extrapolarse a cualquier ciudad que no sea París. Una tradición centralista que es difícil de asumir en aquellas regiones con un fuerte componente identitario. «París tiene complejo de superioridad. Si no tienes acento parisino, cuesta mucho hacer política en la capital. El acento te marca, y no es ninguna broma, porque da a entender que los profesionales de allí saben más que el resto», explica François Calvet, senador por la UMP y alcalde de Le Soler, una población de unos 7.000 habitantes situada en las proximidades de la localidad de Perpinyà.

DESAFECCIÓN / Una discriminación que, sumada a la percepción de que son unos comicios «parisienses», acentúa la desafección política. Por eso el alcalde de Perpinyà, Jean-Luc Pujol (UMP), vaticina una abstención del 30%. «La campaña no interesa porque son unas elecciones de huida hacia adelante, en la que los candidatos evitan hacer promesas porque no las podrán cumplir. Los franceses sueñan que están al margen del mundo y no quieren ni oír hablar de reformas, cuando somos el país con más funcionarios de Europa», advierte.

Un diagnóstico, el de la venda en los ojos, compartido por la líder de grupo municipal socialista, Jacqueline Amiel-Donat, pero desde otra perspectiva. «No queremos ver la realidad y cada año hay más trabajadores con contratos precarios que ganan menos de 800 euros. Hace dos años había 8 millones y ahora ya son 11 millones», denuncia.

La crisis y el «olvido», al que dicen estar relegados, han llevado a algunos alcaldes a mostrar su repulsa. Es el caso de Jean-Louis Vemelin (Font Romeu, Cerdanya francesa), que en febrero pidió que se denunciase el Tratado de los Pirineos para que su pueblo pueda regresar a Catalunya. «Preferimos una nación catalana fuerte a un país en crisis», afirma. Sus reivindicaciones no han tenido respuesta, pero Vemelin asegura que sí han provocado una investigación de los servicios secretos franceses para averiguar las posibles repercusiones de este afán de separatismo.

Esas reivindicaciones explican el auge de partidos como Convergència Democràtica de Catalunya (CDC), una formación francesa encabezada por Jordi Vera y que es una federación del partido de Artur Mas. Tienen dos concejales en Perpinyà, un diputado provincial (departamento) y una decena de alcaldías.

«Nuestro objetivo es conseguir una colectividad territorial que nos permita aglutinar las competencias de la región, del departamento y de otras instituciones», explica Vera, que está a punto de suscribir un pacto con la UMP de Calvet para presentar listas conjuntas, reforzar las raíces catalanas, y conseguir un mayor desarrollo económico de la región.

Una autonomía que está bien vista por las fuerzas de izquierda, tradicionalmente partidarias de un férreo centralismo. La socialista Amiel-Donat aboga por un espacio económico transfronterizo, mientras que el Partido Comunista Francés (PCF) de Perpinyà apoya la descentralización con ciertos matices. «Francia todavía no está madura para ese proceso, y nuestro electorado tampoco lo pide, pero el partido debería hacerla madurar para conseguir una administración más próxima al ciudadano y para recuperar la historia y cultura de nuestra región», afirma Nicolas Garcia, líder local del PCF.

«París siempre mira al norte, a Alemania. Nosotros cada vez miramos más hacia el sur», coinciden los políticos, muchos de los cuales se desenvuelven en un correcto catalán. Calvet asegura que la mitad de la población del departamento de los Pirineos Orientales (medio millón de habitantes) lo entiende y que entre un 25% y un 30% lo hablan. El alcalde de Le Soler ha impulsado, con ayuda de la Generalitat, una guardería y un colegio de primaria y secundaria en los que se educa a los niños en este idioma.

RELACIÓN CON CATALUNYA / Además de la cultura y la lengua, las relaciones comerciales y económicas con la Catalunya sur también son consideradas esenciales para el futuro de la región. Un proceso que también se da en sentido inverso, porque muchos empresarios catalanes buscan nuevos mercados en el sur de Francia para paliar la crisis. «Cada semana tengo tres o cuato consultas», confirma Pierre Becque, decano del Colegio de Abogados de Perpinyà y socio de uno de los bufetes especialiados en temas mercantiles.