Punta de cuchillo

'Food truck', ¿sí o no?

PAU ARENÓS

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Pese a estar parados, los food truck van a gran velocidad. Hace menos de un lustro que el avituallamiento gurmet sobre ruedas aparca en festivales para volver de inmediato a las cocheras por la prohibición de circular: es una de las muchas tonterías legislativas. Habría que regular de otro modo para que los motores pudieran hacer su función y esos chasis retromodernos se movieran.

Hace unas semanas acudí a un Van Van Market. Los altavoces atronadores me decían que me había hecho mayor: entenderme con el que despachaba bebidas fue como hablar por móvil desde el AVE.

Probé el bocata de cochinillo de Caravan Made, las croquetas de Reina Croqueta, los dumplings de Mosquito y dos buenos-buenos frankfurts tuneados (mex y berlinés) de La Carletta, que conduce Paco Pérez. ¿Qué decir? Que ojalá Barcelona se llenara de quioscos donde comer esas urgencias callejeras. Mundo Bocata vive un renacimiento y las camionetas contribuyen.

Pero el food truck no es para mí: mi visión de la gastronomía y sus placeres pasa por estar sentado y cómodo, por degustar sin prisa, por tener sobre la cabeza un techo, toldo o sombrajo protector.