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Maleducados sin edad

Una carta que era un elogio a la impuntualidad ha generado debate y controversia

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Joan Cañete Bayle
Joan Cañete Bayle

Subdirector de EL PERIÓDICO.

Especialista en Internacional, Transformación Digital, Política, Sociedad, Información Local, Análisis de Audiencias

Escribe desde España, Estados Unidos, Israel, Palestina, Oriente Medio

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Buena la ha liado esta semana Raquel Aguilar con su carta titulada 'Llegar tarde me hace sentir viva', en la que confesaba que siempre llega tarde y que lo hace a conciencia, porque "ser puntual es un automatismo, es no ser". Y añadía esta estudiante de Santa Coloma de Gramenet: "Cierto es que si otros pueden ser puntuales, yo también podría. Pero a veces pienso que esa es la última muestra de que sigo siendo un ser humano. De que aún tengo alma. (...) Llegar tarde me hace ver que hay más cosas en mi vida que ceñirme a lo preestablecido. Me hace sentir humana en el sentido amplio de la palabra. (...) Me hace ver un atisbo de libertad en mi vida".

La que ha liado, decíamos, Raquel, a la que muchos lectores lo mínimo que la han llamado en sus cartas de respuesta es "maleducada", en algunos casos con unas formas y calificativos que solo pueden calificarse de... maleducados, y en otros con buenas palabras. "No, yo no llego tarde, mi abuela y mis padres me enseñaron que llegar tarde a una cita era una falta de respeto y educación para con los demás. Si realmente Raquel Aguilar necesita eso para ser un ser humano y sentir que existe... la verdad es que me da mucha pena", escribió Liliana Claramunt, desempleada de Igualada.

"Yo titularía su carta 'Si llego tarde, soy un maleducado'. Creo que nadie es suficientemente importante como para hacer esperar a una o varias personas con las que ha quedado por el solo placer de sentirse libre. Si quiere ser libre, no quede con nadie y viva a su antojo, pero no haga perder el tiempo y la paciencia a quien está dispuesto a compartir un rato con usted", critica la actitud vital de Raquel Montse Bigas, delineante jubilada de Barcelona. Y otra respuesta más, la de Luis Martín, psicólogo jubilado de Barcelona: "¿Y qué hay del respeto hacia los demás? Yo detesto a los ladrones del tiempo ajeno. Y aunque en momentos de mi vida estuve obligado a esperar a menudo a esos inconsiderados que se permitían robarme pedazos de mi tiempo, espacios de mi vida, actualmente, a mis 80 años, no acepto esperar más de cinco minutos a ese que llega tarde para sentirse más humano y más libre".

El nivel de respuestas que ha merecido la carta de Raquel la pone al nivel de los grandes temas de debate de la semana en Entre Todos (la nueva entrega/pantalla/fase/lo que sea del 'procés', ese triángulo nada amoroso que forman Valentino Rossi, Marc Márquez y Jorge Lorenzo...) Y es que la (falta de) educación, la desaparición de la urbanidad, a dónde iremos a parar, es uno de los temas de las cartas en Entre Todos que suelen generar más controversia y participación.

En este sentido, hay un argumento recurrente en la conversación: la mala educación campa por doquier, antes esto no era así, y estos jóvenes de hoy no saben lo que es el respeto. Está el argumento tan interiorizado que muchas de las críticas acusan a Raquel del delito de ser joven. Es cierto, tiene 21 años. El pequeño detalle es que en la carta publicada no se indicaba en ningún lugar su edad. Prejuicio, en este caso contra los jóvenes, se llama asumir que por definición son maleducados e incívicos.

La vida, caprichosa, siempre da sorpresas. Jaime Fernández,Jaime Fernández de Terrassa, describió en una carta esta escena: un tren abarrotado a media tarde, su mujer embarazada sin asiento, y otro pasajero que va pidiendo a los demás que la dejen sentarse. Nueve personas dijeron que no. El décimo, el que se levantó, "fue un adolescente". La mala educación, por desgracia, no tiene edad, y si leyéramos las cartas de los lectores de principios del siglo pasado muy probablemente encontraríamos muchas diciendo que la urbanidad se ha perdido y que antes  la gente era más respetuosa, no sé adónde iremos a parar.

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Dicho lo cual: lo de llegar tarde a propósito no parece muy considerado con los demás, Raquel. 

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