El Català de l'Any

El magnetismo de una actriz inmensa y todoterreno

Entre risas y lágrimas ha forjado su carrera. ‘Incendis’, ‘28 i mig’ y ‘La rosa tatuada’ son sus últimos éxitos.

El reciente Premi Ciutat de Barcelona de teatro, que solo las actrices Anna Lizaran y Vicky Peña han logrado, reconoce el talento de una intérprete polivalente de múltiples recursos.

El magnetismo de una actriz inmensa y todoterreno_MEDIA_1

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IMMA FERNÁNDEZ
BARCELONA

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Por su «versatilidad, fuerza y capacidad de conectar con el público», la actriz Clara Segura (Sant Just Desvern, Barcelona, 1974) recibía en febrero pasado el Premi Ciutat de Barcelona en la categoría de teatro. Esas han sido las virtudes que han jalonado una trayectoria que, paso a paso y con perseverancia, la han llevado al podio de las mejores intérpretes de su generación. Y en el caso de las bambalinas, donde emerge como auténtica bestia escénica, en firme heredera de la malograda Anna Lizaran.

Esta temporada la bestia se mutó en la temperamental Anna Magnani para recrear en la Sala Gran del TNC a la Serafina delle Rosa de La rosa tatuada, que dirigió Carlota Subirós. «Que me comparen con Magnani es un elogio porque es un referente para mí», enfatizó Segura, que aupó las plateas con su torrencial recital interpretativo. Espléndida, bordó el perfil de la visceral viuda siciliana de Tennessee Williams. Meses antes ya había dejado huella en 28 i mig, la caleidoscópica y felliliana creación de Oriol Broggi (y su colectivo La Perla 29), un director que desde Jordi Dandin a los clásicos Antígona Electra ha hecho de Clara Segura su actriz fetiche.

TODOTERRENO / Talento todoterreno y polivalente, también la gran pantalla ha reconocido su trabajo. En los últimos Premis Gaudí, se colgó por segunda vez el de mejor actriz secundaria por Tots volem el millor per a ella, de Mar Coll (en el 2010 lo ganó por Les dues vides d'Andrés Rabadan).

Tenía que volver Segura a vaciarse y estremecer al público en la aplaudida y maratoniana Incendis, la tragedia de Wajdi Mouawad que Broggi convirtió en uno de sus mayores éxitos, pero su nueva maternidad suspendió la reposición. Habrá que esperar para volverla a disfrutar luchando sobre la arena, como gladiadora de la cotidianidad o como heroína clásica. Aunque sí ha aparecido recientemente en la miniserie de TV-3 Descalç sobre la terra vermella, sobre la vida de Pere Casaldàliga.

Risas y lágrimas han acompañado la carrera de un talento tan eficaz en la tragedia como en la comedia, en incluso en el teatro musical de sus inicios. Licenciada en Arte Dramático por el Institut del Teatre y titulada en solfeo, canto coral y piano, dio buena nota de su formación en musicales como El somni de Mozart o Un cop més... una mica de música, de Daniel Anglès y Manu Guix.

Su nariz de payasa asomó en series como Aída y Porca misèria y obras como la ingeniosa Ets aquí?, de Javier Daulte, que le supuso el Premi Margarida Xirgu en el 2005. Con Bruno Oro (su amante en La rosa tatuada) formó la compañía Total Memos y juntos dispararon las carcajadas con Nena, maca, per favor, les postresNo et moguis y la serie de TV-3 Vinagre. «Me siento  muy cómoda en la comedia porque saco la parte más ridícula de mí», ha declarado sin tapujos.

La versatilidad ha sido una constante en una actriz que ha afrontado siempre con solvencia un abanico interminable de registros en teatro, cine y televisión. Alejandro Amenábar la puso en el mapa nacional con su participación en Mar adentro, el drama de Ramón Sampedro, y también ha trabajado en películas como Cenizas en el cielo, Spanish movie, Tres metros sobre el cielo o Una pistola en cada mano.

ENERGÍA Y PROXIMIDAD / Ha sido, no obstante, en las plateas donde mejor ha podido explotar su energía y proximidad. Todo el magnetismo que emana de una mujer vitalista. «Me gusta vivir con intensidad», afirma.

«El teatro va directo a las tripas y el corazón», sostiene la protagonista de una treintena de personajes que siempre ha defendido con maestría. Y es que a sus múltiples yos ficticios, insufla Segura una honestidad y cercanía que facilita la identificación del espectador. «No hay que forzar la emoción», ha declarado, partidaria de dejar fluir los sentimientos, a veces con contundencia otras más sutilmente, para destilar verdad en todos los ropajes que viste. Un oficio camaleónico para el que empezó a prepararse ya en la infancia. «De niña me gustaba mucho todo lo que tenía que ver con los disfraces o el circo, montaba uno con mi hermano». La niña se hizo grande y cumplió sus sueños. Hoy se la rifan para que se disfrace.