EPÍLOGO DE LA MERCÈ

La Cursa convierte BCN en una fiesta atlética con dominio marroquí

RAMON COMORERA / Barcelona

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La Cursa de la Mercè, la popular y a la vez exigente prueba que cierra los festejos barceloneses, ha convertido este domingo por la mañana el centro de la capital en una fiesta deportiva y ciudadana. Un total de 14.032 corredores han salido de la avenida de Maria Cristina, en Montjuïc, para seguir los 10 kilómetros de una ruta de ida y vuelta que llega hasta la Ciutadella. El triunfo atlético lo coparon en hombres y mujeres los participantes marroquís Driss Lakhouaja y Hasna Bahom.

El primero registró un tiempo de 30 minutos y 8 segundos mientras que su compatriota cruzó la meta exactamente seis minutos después. De los cinco primeros puestos de la categoría masculina otros tres fueron también para atletas magrebís.

Los últimos clasificados que con pundonor llegaron con los vehículos escoba pisándoles ya los talones fueron cuatro mujeres. Un dato más de la enorme y creciente presencia femenina en la prueba. El crono marcaba entonces una hora 53 minutos y 24 segundos.

Entre ambos grupos una multitud de jóvenes, adultos y hasta personas mayores trotaron con un gran afán de superación personal reflejado en muchos rostros por el Paral·lel, Gran Via, paseos de Sant Joan y Lluís Companys, ronda de Sant Pere, Sepúlveda, Viladomat y regreso al Paral·lel y Maria Cristina.

La lluvia espera

La veloz riada humana cruzó dos veces el Eixample bajo un cielo amenazador, pero respetuoso al fin ya que la lluvia no empezó a caer, y de forma tímida, hasta que justamente los últimos pisaban las alfombras registradoras de tiempos de la ansiada meta.

En la recta de llegada, en un Montjuïc que lucía sus mejores galas con todas las fuentes en marcha, el paso de participantes fue constante y acelerado durante una hora larga. Muchos solo tenían ojos para el crono digital que les daba la bienvenida junto a una música ambiental que añadía trepidación, y a veces hasta algo de estridencia, al momento.

A partir de la hora y media de prueba, el peso de los kilómetros y también de la pendiente que tiene el Paral·lel entre Viladomat y la plaza de Espanya hicieron que más de uno y de una solo pudiera seguir por ese tramo final caminando. Cuando al entrar en Maria Cristina vislumbraban ya la meta, numerosos de esos participantes aceleraban sacando fuerzas de flaqueza.