BARCELONEANDO

Bingueros de primera hora

Ruta matinal, y sórdida, en busca de cartones y tragaperras por la ciudad

Fachada de Bingo Billares de la Gran Via

Fachada de Bingo Billares de la Gran Via / periodico

TONI SUST / BARCELONA

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Viernes por la mañana: este diario emprende una pequeña ruta de bingos. En el horizonte, tragaperras y máquinas de casino electrónicas. Y más tarde, los cartones y aquella música peculiar de los números cantados: “62, seis, dos”. A diferencia de otros juegos, en este caso no hay ensoñación posible: nadie se hace rico en las máquinas o con los cartones. Pero debe de ofrecer algún tipo de refugio, aunque sea transitorio y sórdido, quizá enfermizo (ludopatía: inclinación patológica a los juegos de azar). Porque la gente va.

La ruta empieza en el bingo Billares, que se permite tres horas de cierre al día. Acaba la jornada a las seis de la mañana y la inicia tres horas después, a las 9. Hasta la una de la tarde no se juega al bingo, pero pasadas las 10 de la mañana, en la zona de máquinas, tan amplia que casi parece un centro comercial, hay ya una veintena de personas. En la entrada, un cartel, también escrito en chino, advierte de que para entrar en la sala de bingo es necesario mostrar el DNI.

No menos importante es el cartel que anuncia la oferta gastronómica: si uno come jugando cartones dispone del menú, de 15 euros de precio, a tan solo 3,5 euros. Pero también hay un plato del día a 2 euros. El servicio de cocina es ininterrumpido.

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Media hora más tarde, a algo más de tres kilómetros, abre sus puertas el bingo Enracha Don Pelayo. De entrada, solo están disponibles las máquinas, con sus cubos naranjas para las monedas, y a las 11.05 han llegado dos clientes, una pareja, chinos. De los chinos se ha dicho siempre: saben cuándo está por llegar el premio a la máquina.

No es fácil para el lego en la materia entender a qué juega. Meter tres euros en una máquina arroja, tras innumerables e incomprensibles operaciones, 28 euros de premio. Un paso a un juego más fácil, el de las frutas, permite perder rápidamente ocho euros, que es lo que se ha visto siempre en los bares: gente perdiendo dinero en las máquinas.

LLAMAN DEL TRABAJO

En 10 minutos ya hay cinco personas en la sala. Una de ellas se levanta y se aparta de su máquina mientras atiende una inequívoca llamada laboral.

Con los 20 euros que quedan, este diario se desplaza en taxi hacia el Bingo de Gràcia: 5,5 euros de carrera. Falta media hora para la una, hora en la que empieza el bingo, informa un atento empleado, y aquí también está la gente calentando en las máquinas. Pero es que el menú del Billares tira mucho.

ENSALADA TROPICAL CON POLLO Y SALSA ROSA

La sala del bingo Billares es uno de esos sitios en los que sentirse solo en la multitud. Caben 900 personas. Nada más empezar, a las 13.02 hay cinco jugadores, dos de ellos en la gran sala de fumadores. A las 13.10 ya hay 18 jugadores: se venden 18 cartones. Todas las mesas están dispuestas para el amuerzo, aunque quedan espacios vacíos para el que no quiera comer. “¿Comerá?”, pregunta uno de los empleados. El sí es mayoritario.

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Mientras la voz va cantando números, la gente empieza a degustar el menú. Hoy: ensalada tropical de pollo y salsa rosa o piña con jamón; cordero asado al estilo de Castilla o salmón con paté de gambas; tarta del día o sorbete de límón. Pan, copa de vino o cerveza. De plato de la semana toca judías con chorizo.

“HOLA, BONITA”

Los ancianos, porque en su mayoría lo son, van tomando la sala. Ni un solo chino: quizá porque aquí no hay secreto que descubrir. Los asistentes son parroquianos habituales: “Hola, bonita”, saluda una camarera a una abuela, que pide un plato para ella y otro para su acompañanante, se diría que su hija. Dos platos y dos cartones.

A las 13.18 hay 24 cartones vendidos. Si el menú no les convence, la carta ofrece platos clásicos: solomillo, 14 euros; bistec, 7; bikini, 3; bocata de atún con pimientos, 4.

A las 13.25, este diario canta línea. El premio es de 2,88 euros, lo que, una vez restados los dos euros que vale cada cartón, deja la suma en 88 céntimos de euro. Una de las camareras coloca un trofeo en la mesa para identificar al premiado.

A las 13.48 ya se juegan 44 cartones. A las 13.58, 66 cartones. Se acerca otra camarera a pagar los 88 céntimos: “Enhorabuena”, dice con solemnidad. A estas alturas, las pérdidas superan claramente el presupuesto inicial. Los viejos, los primeros bingueros del día, siguen comiendo con un ojo en los cartones.