La devolución del patrimonio confiscado en Cuba
A por el legado cubano
María Teresa Casabella tenía 13 años cuando triunfó la Revolución. Su padre, Álvaro Casabella Pernas, un emigrante gallego, regentaba en La Habana la joyería La Numancia, y su madre, Silvia García Picaza, cubana de padre asturiano, poseía cuatro edificios de apartamentos y un solar en Miramar, cerca de la playa, donde soñaban construirse un chalet. No lo lograron. El régimen de Fidel Castro se lo confiscó, igual que las demás propiedades. «He visto los terrenos en Google Earth y siguen vacíos, abandonados. Es una pena», cuenta María Teresa, aún indignada y entristecida, a sus 69 años, por aquel dramático episodio.
Su historia es también la de cientos de familias acomodadas españolas, desde pequeños propietarios a ricos hacendados, que lo perdieron todo con la entrada de Fidel en La Habana, en 1959. En los años posteriores, las 3.000 familias más ricas de Cuba fueron expropiadas y obligadas a abandonar la isla sin ninguna compensación. El 90% eran de origen español: un tercio regresaron a España, otro tanto partió hacia EEUU, a California y Nueva Inglaterra, y el resto se instalaron en Puerto Rico, la República Dominicana, México, Venezuela y Panamá.
Medio siglo después, el deshielo diplomático entre Cuba y EEUU. que condiciona el levantamiento del embargo a la isla a las reparaciones por los bienes confiscados a estadounidenses, ha abierto una ventana de esperanza para resolver el conflicto. «Obama ha abierto el camino y el proceso de normalización de relaciones ya no tiene marcha atrás. Es obvio que nos ayudará a que algún día, tarde o temprano, logremos la devolución de muchas propiedades españolas», afirma Jordi Cabarrocas, director general de 1898, Compañía de Recuperaciones Patrimoniales en Cuba.
Su empresa, que desde el 2001 se dedica en exclusiva a esta cuestión, ya ha logrado firmar contratos con 170 familias (hijos y nietos de los perjudicados) y dos órdenes religiosas para representarlas en una eventual negociación con el Gobierno cubano. Unas 200 más, que actualmente están en proceso en firma, se les añadirán en los próximos dos años, calcula Cabarrocas.
GUANTÁNAMO CATALÁN
Por ahora, el valor del patrimonio reclamado asciende a 2.000 millones de dólares, aún lejos de los 8.000 reclamados en EEUU. Las propiedades de aquella burguesía expropiada incluían desde grandes almacenes, cines, gasolineras, muelles, terminales de autobús y hoteles hasta fincas de ganado, tabaco, azúcar o café. La más grande tenía 100.000 hectáreas, y había también una explotación tabaquera de 2.900 hectáreas, propiedad de una familia catalana, valorada en 50 millones de dólares. Otra familia de Barcelona era titular de la mitad de viviendas de Guantánamo, junto a la denostada base norteamericana. «Medio Guantánamo era catalán», asegura Jordi Cabarrocas.
La firma 1898, que aspira a reunir al máximo de afectados para conseguir más fuerza negociadora, prevé mantener el primer contacto oficial con el Gobierno cubano a finales de este año. «Queremos que nos vean como interlocutores», dice Cabarrocas. Hasta ahora se ha centrado en informar, asesorar, investigar y acreditar el patrimonio de sus representados. En su momento, asumirá todos los procedimientos necesarios para la reclamación colectiva. «Es una inversión a largo plazo. Trabajamos a éxito: asumimos todos los gastos y riesgos a cambio del 30% de lo recuperado», explica el director de 1898.
La labor de este bufete, con oficinas en Barcelona, Madrid y Miami, pasa también por clarificar los intereses familiares, no siempre convergentes cuando hay múltiples herederos. Misión obligada, por ejemplo, ante los 104 descendientes de una misma familia que llegó a poseer 90 kilómetros de costa en el oriente. Muchas otras, además, deben aún superar el trauma sufrido. «Para mí fue un 'shock' total. Tuvimos que volver a la aldea de mi tío, en Lugo, donde comíamos del huerto, y tuve que dejar de estudiar», recuerda Teresa Casabella. Atrás quedaron una vida plácida y la exquisita enseñanza en inglés en el colegio de Las Ursulinas, aunque luego consiguiera una beca en Santiago de Compostela y terminara el bachillerato. En la universidad, paradójicamente, Casabella se integró en ambientes izquierdistas y se hizo militante procastrista, «un sueño del que me desperté en 1991, al descomponerse la URSS, escuchando a amigos revolucionarios desencantados con el régimen. Aquello me afectó psicológica y sentimentalmente», confiesa.
Cabarrocas considera que, tras el fiasco del convenio de indemnización entre España y Cuba de 1986 -al que solo se acogieron 400 afectados por su carácter «paliativo»- ha llegado el momento de dar un paso adelante. «Cuba debe entender que somos un factor de crecimiento, inversión y rehabilitación. A ellos también les puede interesar la restitución de los bienes inmuebles. Generaría seguridad jurídica y confianza a los inversores extranjeros», afirma. A su favor, cuenta con las conclusiones favorables de un informe encargado a la Universidad de Creighton (EEUU). Tras analizar situaciones parecidas en 40 países, los expertos constataron que un 90% se saldaron con la recuperación patrimonial.
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